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Canal de Urdón: El Cares de Cantabria (Macizo Oriental) |
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En Matallana se inicia el penúltimo de los tramos en que he dividido el recorrido del Canal de Reñunuevu. Se entra en la parte más salvaje de la ruta. Los desniveles se vuelven más acusados, debido a la imposibilidad del sendero de servicio de seguir el trazado del canal. Abismos y verticales contrafuertes que sólo pueden ser vencidos por una red de galerías obligan al camino a desligarse del canal, buscando las zonas más accesibles de la agreste orografía. Sinuoso recorrido que no evita la existencia de trechos trabajados en la misma roca, ante la imposibilidad de encontrar algún paso franco entre las peñas.
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 Se deja el camino que va hasta la cabaña de Matallana, siguiendo el que desciende de nuevo hasta la altura del canal. Otro breve trayecto por su muro lleva hasta el Corredor de Matallana. Se trata de una larga plancha de hormigón sostenida sobre los abismos de la garganta del río Urdón. El aéreo pasillo corta la pared en horizontal. Está protegido por una barandilla por el lado del vacío.
Desde la Senda de la Peña es visible esta cicatriz en la peña; en el bien entendido de que no se trata de un paso trabajado en la peña, sino de un pasillo colgado en el aire y emplazado sobre una línea de apoyos clavados en la misma.
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 Del Corredor de Matallana se sale por una horcada, desde la que se da vista a un puente que devuelve la senda al muro del canal.
El breve trecho hasta el puente que cruza sobre el canal ofrece otro salvaje rincón. La senda, tallada en la peña, atraviesa las desplomadas paredes que caen sobre la intermitente corriente. Planos convergentes de pulida roca que momentáneamente se sacuden la exuberante vegetación del entorno.
En esta ocasión el recorrido por el muro no es muy largo. El sendero de servicio sale por la derecha, perdiendo mucha altura con respecto a la línea del canal. El desvío no está muy claro. Suele pasar desapercibido. Unos metros más adelante, el muro muere a las puertas de un nuevo túnel, quedando cegado por una vertical pared, que avoca al despistado caminante a un abismal callejón sin salida.
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 El largo camino recorrido, la angustia de encontrarnos lejos del final y un entorno angosto carente de válidas referencias visuales, se conjuga ahora con un terreno rompepiernas que incrementa notablemente el desnivel acumulado del recorrido.
Pasos trabajados en la roca, salvan la parte más agreste de la Sierra de Bejes. Húmedas paredes con vegetación de varias decenas de metros donde alcanzan a verse los ojos que dan luz a los túneles del canal. Riqueza natural que acerca paisajísticamente este enclave a los ambientes ecuatoriales. Un ambiente húmedo que recuerda los bosques de laurisilva de las islas más occidentales de Canarias; hasta el punto de ver en lo que se conoce como la Canal Negra una copia de uno de los reclamos más reseñables de la isla de La Palma, los nacientes de Marcos y Corderos (donde se canaliza el agua para toda la isla).
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El paso del sendero de servicio a un nivel inferior al canal, hace que el agua sobrante arroye sobre aquél. El peligro se hace latente al ver un trozo del sendero barrido por la fuerza del agua. Este tramo delicado se salva por las llambrias inferiores, bastante resbaladizas por el agua que las cubre.
Se remonta hasta el muro del canal, por breves instantes, pues el sendero vuelve a desentenderse del mismo. En las umbrías de un ramal cegado de la Canal de Perilluenga, gotea el agua sobre el sendero.
Ha de remontarse de nuevo hasta el muro del canal para enlazar con el sendero de la Canal de Perilluenga. El sendero salva el canal por una plancha que lo recubre. Un nuevo cartel avisa del peligro por las aguas rápidas.
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