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Imágenes de una vida en la montaña (XXVII)* |
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No me he equivocado. No hay que optar entre mar o montaña, pues la montaña es mar y el mar montaña.
En nuestras correrías por la montaña hemos descubierto fósiles a más de dos mil metros. Gente observadora nos ha aprendido, en sus libros, que las montañas eran los fondos del mar.
Lentamente la tierra cambia sus habitaciones, para darles otro aire, como nosotros mismos cuando alteramos los muebles de la habitación. La única diferencia es que la madre tierra se muestra bastante escandalosa. Escupe fuego desde el fondo del mar para sacar a la superficie nuevas islas, o menea con fuerza las placas tectónicas para elevar los fondos del mar. El cambio nos ha gustado. ¿Por qué la blancura de los Picos de Europa? Porque son una cordillera de brillante coral.
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Tampoco hace falta salirse de la orilla del mar para coronar altas montañas y cordilleras. Cordilleras inmensas, más desconocidas que todos los rincones de Marte.
Desfiladeros de mayores proporciones que el Gran Cañón, cordilleras que atraviesan -prácticamente- el planeta de Polo a Polo y montañas de más de once mil metros.
¿Existen esos mundos? Julio Verne los vio en su imaginación. Aunque muchas veces la realidad supera la ficción.
El hombre, ahora, empieza a descubrirlos. El regente de este reino fue llamado Poseidón por los antiguos griegos.
En el mundo submarino se pierde la luz del sol. No por ello se acaba la vida. Algunos biólogos se internan en el gran azul, quedando maravillados por la riqueza ecológica de las aguas abisales.
Los animales del reino de Poseidón, pueden generar su propia luz, como las luciérnagas en tierra. Un foco de luz intensa puede servir para librarse de un depredador. La técnica de supervivencia no está en asustar al carnívoro, sino en descubrir a una presa cercana más apetitosa y grande, que este fogonazo deja al descubierto.
El hombre puede incluso imitar las señales luminosas de algunas especies, para utilizarlas como trampas que buscan sorprender (fotográficamente) a otras criaturas (como el calamar gigante, que sale de los libros de aventuras para entrar en los libros científicos).
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Los geólogos también reclaman su parte del pastel. En ocasiones, para buscar bajo las olas, lo mejor es subir por encima de ellas.
Islandia constituye un paraíso para los geólogos; pues la isla no es más que el trozo superior de una de las cimeras de la ingente cordillera que vertebra los océanos.
No obstante, la cartografía del fondo del mar, no es tan sencilla como en el caso de Islandia. ¿Cómo hacer mapas de este submundo sin la presencia de la luz, la falta de oxígeno y la tremenda presión? Se ha llegado a bajar a grandes profundidades, incluso, con la ayuda de robots, se ha logrado extraer materiales del fondo marino.
Aunque la manera más efectiva de ´ver´ las montañas o los cañones abisales, la podemos encontrar en tierra, de las manos de un ratoncito de grandes orejas: el murciélago.
El murciélago ve con el oído. Sus chillidos retumban en los objetos. Cuando vuelven a sus grandes orejas, reconoce la distancia a la que está el objeto.
Una manera más eficiente que el burdo juego de gritar ´eco, eco, eco...´ en una montaña.
Para ver en lo profundo del mar, se han preparado barcos con sónar. Una labor titánica de conocer nuestro mundo, franja a franja.
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Ante mi ignorancia del mundo, casi me siento incapaz de continuar con mis simples imágenes. Pero alguien dijo una vez: ´Sólo sé que no sé nada´. A partir de su sabiduría, contruyó todo su sistema filosófico.
Yo también soy consciente de mi ignorancia, pero confío en los que me han enseñado lo mucho que me falta por aprender.
Con humildad, pediré a una gota del mar que me guíe por las montañas que creía conocer.
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