|
|
|
|
|
Imágenes de una vida en la montaña (XXVII)* |
|
|
|
La gota salta en el rompiente de las olas, pero es incapaz de remontar el vuelo. El sol se apiada de ella. Lanza sus rayos de calor sobre la superficie del mar. Su ayuda ha sido eficaz. La gota se evapora, saltando ingrávida al aire. La desmembrada gota no podría aguantar mi peso. Fija mi rostro en su cristalina naturaleza, y refleja mi esencia allende las montañas. Suspendida sobre la superficie de las aguas, sólo le queda esperar, como los buitres, que las térmicas hagan su trabajo. Envuelta en un remolino ascendente, gira bajo las alas de esas grandes carroñeras, ascendiendo rápido hacia los azules cielos de las altas montañas.
|
Ganada altura, se condensa formando -con sus compañeras- una nube de agua o de hielo. Viaja, empujada por el viento, a aquél rincón cuya belleza la sobrecoja.
|
|
|
|
|
|