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Collao Jermoso -parte IIª: Torre del Llaz- (Macizo Central)* |
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 El Argayo Congosto consta de tres partes bien definidas. Nosotros entramos en descenso, por el sendero de las Traviesas de Congosto, a la parte superior de la intermedia. Ésta es aquélla en la que el argayo se difumina con claridad. No es más que una continuación de las traviesas, que se imponen frente a la mayor escarpadura del canalón que les da su sobrenombre.
La parte inferior de esta trilogía pétrea ha sido una constante en varias proyecciones de diapositivas. ¿Porqué no tirar canalón abajo, evitando el rodeo por las traviesas?. La respuesta siempre aparecía en un colgado y apretado embudo que cortaba en salto sobre la Vega de Asotín. Los autores de las fotografías meditaban su espudidez durante el posterior y esforzado retorno. Salvo uno, que, en su desesperado descenso (en un aparente respiro de los aludes que le habían incomunicado en el Collao Jermoso), tuvo en éstos a sus aliados, al quedar taponada con varios metros de nieve la boca del embudo de salida.
El tercer tercio del Argayo Congosto, el superior, es el que paso a describir.
Foto miniatura: Entrada a la parte superior del Argayo Congosto.
Foto ampliación: Veredas de paso al lago Bajero. Al fondo, Torre del Hoyo de Liordes y Torre del Hoyo Chico.
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 Tras el descanso del corto descenso, el sendero trepa a un canto, doblando al argayo. En este tramo de bajada, la senda se pega a la misma base de las paredes que sustentan en Collao Jermoso.
La entrada al canalón es más conflictiva (o la han hecho más conflictiva). La vereda atraviesa las llambrias pulidas del argayo y trepa por las llambrias del otro lado (fotos del apartado anterior).
En caso de niebla, era más fácil adherirse a las llambrias del reseco regón. Apenas se divisa algún hilo de agua que, como el sendero, se muestran intermitentes.
Ambas variantes se unen unos metros más arriba, pero ésta, siempre va pegada a la infinita pared.
A continuación ya deja la compañía inmediata del farallón. La senda entra en un brazo cegado de breve canalón, del que se sale trepando (IIº) -foto miniatura-.
Foto ampliación: Horcada de Chavida y Cara Norte de la Torre del Friero. La tímida Canal Estrecha, se muestra en el argayo con toda su magnitud (sólo mínimamente oculta por el gorro del montañero).
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 El tramo de trepada (segundo grado) no plantea mayores dificultades que las ya afrontadas, con éxito, durante todo el recorrido.
Raramente se precisaría el uso de la cuerda, pues los montañeros con mucho miedo a la altura pueden elegir la variante de descenso.
Pasos técnicamente similares los tenemos para aproximarnos a la Vega de Urriellu y al Jou de los Cabrones. La construcción de los refugios en ambas vegas condicionó el estado actual de los pasos.
En Urriellu, en las llambrias de las Canales de Valleyu, había montañeros que se encordaban. Lo mismo en el caso del Jou de Los Cabrones. La medida es sensata, lo insensato es poner cuerdas fijas (que por el paso del tiempo, expuestas a las inclemencias y a los cantos de roca, son más propensas a fallar que una propia, y que condicionan a los restantes usuarios de la montaña). Claro, que en el caso de Urriellu fue peor, se voló la llambria y resuelto el problema.
Foto ampliación: Salida del paso, con la complicidad de la Torre del Friero.
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 Superada la trepada, quedamos ligeramente escorados a la derecha del argayo (sentido ascendente de la marcha). El sendero inicia su corto viaje hacia el centro del ya más abierto embudo (foto ampliación).
Los hilos intermitentes de agua que resplandecían al inicio del argayo, se tornan en una torrentera naciente (foto miniatura). La pequeña corriente, se esconde entre las piedras o sale cantarina a la pulida llambria.
Seguimos su línea. Paramos para tomar aliento, levantando los ojos del suelo. El regato nos despierta, con gotas que saltan desde lo alto de una cascada, que ciega nuestra salida a la banda que pone fin al Argayo Congosto.
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En la parte primera de la ruta al Collao Jermoso (Cordiñanes - Torre del Collao Solano), hablé de un grupo de Boy Scout que subía al Collao Jermoso. Nosotros los pasamos, pues teníamos mucha ruta por delante. Subimos toda la Canal de Asotín. Todavía quedaba bastante ascensión para coronar el pico de La Padiorna, balconada de la Vega de Liordes (hondonada cabecera de la Canal de Asotín) y mirador altivo del alto Liébana, donde manan las fuentes del Deva (Fuente Dé).
De La Padiorna continuamos ruta en dirección a Collao Jermoso. La breve reseña de esta ruta no es superflua. En la fuente donde brota la cascada del Argayo Congosto repostamos un poco de agua fresca. Sólo nos quedaba el vertiginoso descenso por Congosto y Asotín.
En la cascada encontramos a los primeros Boy Scout (puede que los más fuertes ya estuvieran en el collado, pues a éste no subimos). Dejaban que el salto de agua recorriera sus polvorientos cuerpos. Bebían sin descanso.
Continuamos el descenso. Por el Argayo Congosto íbamos cruzándonos con parejas, tríos o solitarios, todos con el descuidado uniforme. En la llambria de salida a las traviesas, un grupo se turnaba metiendo su lengua en el débil hilo de agua que escapada por la caliente roca.
¿Desolador? Nada en comparación con lo que nos quedaba por ver.
El grupo había subido por la Canal Honda. Era fácil de saber, pues fuimos coincidiendo con ellos en nuestro descenso al embudo de las traviesas. En cada recodo del camino iban quedando ´cadáveres´. No tenían una gota de agua. Comida, tampoco.
Alguno nos decía si teníamos agua. Les dimos todo el agua que nos quedaba, una manzana y un cacho de pan. Era lamentable. Había tardado unas siete horas en hacer un recorrido que se realiza en unas dos. Y les quedaba la subida más importante y técnica.
¿Dónde estaban los limpios uniformes, los pañuelos bien ajustados al cogote y los mástiles que portaban los estandartes?
En el mejor de los casos habían tirado las banderas por los despeñaderos; en el peor de los casos, las habrían llevado los más fuertes a la conquista del Collao Jermoso, donde ya ondearían en la plaza conquistada, mientras la retaguardia desfallecía en el intento.
Sin agua, sin fuerzas para par un paso. ¿A nadie se le occurrió dar la vuelta al pueblo? Estarían esperando a los comandantes del grupo. Pero éstos, ¿dónde estaban?
El grupo es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. No importa que la bandera ondee en el Collao Jermoso, en la Vega de Asotín o en el Mirador del Tombo (a cinco minutos del bar), si todos han disfrutado de las maravillas de los Picos de Europa.
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 Bajo el salto, los escarpes nos oprimen por la derecha. Cascada arriba está la fuente, mas el tubo de agua que la surte no deja paso a las personas.
A la izquierda, una breve travesía ascendente de llastras, peldaños y grijillo alcanza un canto. Al otro lado el sendero remonta por una pedrera, que se va definiendo en una rampa ceñida entre el peñasco y un promontorio de llambria (foto miniatura).
Para evitar el encajonamiento, trepamos por la llambria en atractivos zigzag. Hemos superado el esforzado Argayo Congosto (foto ampliación). Una leve sonrisa agradece la recompensa que se ofrece a nuestras espaldas.
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 El argayo nos despide con una pronunciada ladera de inestables zapatazos. No tardamos en tropezar con una sendero. Es una variante de la senda que viene flanqueando la franja horizontal desde la Colladinas, bastante más alta.
Podemos girar a la derecha, sólo a efectos de rellenar las cantimploras en la fuente. Hecha la operación, retrocedemos al punto anterior, iniciando el último repecho que, retorciéndose en el extremo de unos peñascos, se atempera en los pastos del Collao Jermoso.
Por el pastizal arroyan unas veredas de tierra, gastadas del paso de los montañeros, ensimismados en el regalo de una agradecida fatiga (foto ampliación).
El hotel de Collao Jermoso (foto miniatura) está catalogado como de cinco (millones de millones) estrellas. Prescindimos de la tienda de campaña. En las mochilas cargamos únicamente los sacos de dormir. Con las tiendas el hotel pierde la categoría del número de estrellas.
A uno de nuestros compañeros se le olvidó la esterilla. Tampoco huba mayor problema. Sirvió el parasol de la luna delantera del coche (en principio).
La esterilla impide que la humedad y el frío del terreno pase a la espalda del durmiente.
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Dicen que en la época de los dinosaurios, existían aves voladoras que con su infinita envergadura, tapaban con su sombra media legua de terreno. Construían sus nidos en las altas montañas. Ni siquiera las cabezas de los cuellilargos asomaban por encima de las plataformas.
De estas criaturas quedan huellas y huesos, quizás mitologías. Y, por qué no, también, sus primitivos nidos. Puede que el Collao Jermoso no sea un accidente natural, sino un antiguo nido de un ave que murió petrificada por la lava de un volcán.
El cuerpo de este ser permanece envuelto en el interior de las agrestes caras de la Torre de Peñalba; que vigila su nido, donde ningún polluelo volvió a volar.
No hay mejor definición de Collao Jermoso que su identificación como ´un nido de águila´. Visto desde las paredes de la Torre del Llambrión, empequeñecido en los abismos de Los Urrieles, constatamos que dicha Ave Fénix, antecesora de nuestras últimas águilas reales, no pudo buscar mejor emplazamiento.
Hoy soñaremos, acostados en el pasto que recubre aquel viejo nido; protegidos de los vientos del Norte por la Torre de Peñalba, acogedora e inmóvil Ave Fénix, cuyo espíritu nos acurruca en noches estrelladas, y que comparte firmamento con las dos osas.
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