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Collao Jermoso -parte IIª: Torre del Llaz- (Macizo Central)* |
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Llegados al Collao Jermoso, el cielo leonés brillaba en todo su esplendor. Los veranos leoneses son secos y calurosos. Alguno puso un jersey, para protegerse de la brisa que recorre las colladas de la alta montaña. No descuidamos la gorra ni la crema, pues la suave brisa es engañosa. Las mochilas caídas en el entorno donde se plantea el vivac (foto miniatura, enmarcada con el poco definido conjunto del Llambrión; aunque no por ello, despreciable, pues en sus rocas se guarda la historia de los Picos de Europa y de muchos montañeros). De vez en cuando un paseo para soltar un poquito las piernas. Pasos contados para volver a sentarse, mirando a las laderas sureñas del Cornión (foto ampliación).
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Un trozo de queso con pan del valle, una pieza de fruta o alguna sorpresa dulce escondida en los bolsillos de la mochila; una conversación animada, que se va diluyendo entre el sopor de la siesta. La tarde es larga. Otro paseo a los bajíos de Valdeón. En poco tiempo el ambiente empieza a cambiar. Habíamos olvidado que Asturias, al otro lado de las montañas, tiene un clima peculiar. Durante los veranos, frentes de nubes, generalmente bajas, barren el Cantábrico. Por las tardes, el nivel de la marea vaporosa asciende con lentitud. Aprovecha las gargantas para ir ganando terreno a los resecos valles leoneses que miran al Cantábrico. Las primeras olas rompen contra las crestas que cierran la angostura del río Cares (foto miniatura). No van mejor las cosas por las cuencas del Sella y del Dobra. La marea ya inunda los valles de Sajambre. Por la Cuesta del Frade también rebosa. El flujo y el reflujo de la marea, empujan las olas a verter sobre el empozado valle de Valdeón, formando cascadas que, en inicio, se filtran en el receso terreno (foto ampliación).
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