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Rutas por los Picos de Europa

Vegahuerta -2ª parte-: Jou de Pozas (en construcción)

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´En julio y en agosto no se puede ir a los Picos de Europa, porque están muy masificados´, oí más de una vez. Tal afirmación es, en parte, verdadera. El Parque Nacional de los Picos de Europa concentra el mayor número de visitantes de la Península. Pero dicha afirmación también es, en parte, falsa. El grueso de visitantes se concentra en Los Lagos de Covadonga, Fuente Dé y la Ruta del Cares. Los montañeros son multitud, asimismo, en todas aquellas cumbres con fáciles accesos turísticos, caminos preparados, refugios y vías aseguradas.
  Mas, los Picos de Europa mantienen aún algún rincón donde los rebecos siguen escapando del ser humano. ¿Hay que idear rutas retorcidas para evitar el montañismo popular? No, es a veces ese tipo de montañismo el que deja que se pierdan los caminos tradicionales, altere su trazado y señalice como normales las aproximaciones antaño menos frecuentadas.
  La idea de ir a Vegahuerta por el Jou de Pozas no surgió de trazar vueltas imaginarias en el mapa, ni de evitar las carreteras, turismo y travesías entre refugios. Quienes aceptan la ética del filtro del esfuerzo físico, limitan los accesos en coche o en remontes mecánicos a los pueblos. Desde esta postura, ¿cuál es la ruta más sencilla para intentar subir a Torrezuela, al Torco, a la Cabra Blanca o a Los Estribos, por poner varios ejemplos?
  Si sólo se dispone de un día, para mí la mejor ruta era desde Soto de Sajambre por la Boca de Corroble. Llevando una mochila para dos o tres días, era muy guapa la subida desde Amieva.
  Una vez subida alguna de estas cumbres, o por lo menos haberlo intentado, siempre apetecía completar el circuito por Vegahuerta.
Soto de SajambreLa mayoría de las fotos de esta ruta recogen dos intentos a la Cabra Blanca, uno en el día y, el otro, haciendo vivac en Vegahuerta. El paso por la Boca de Corroble fue subiendo, una de las veces, y bajando, en la otra.
  Hasta la cabaña del Chamozo, en Carombo, la ruta es común con la primera parte dedicada a Vegahuerta  (por La Duernona). Por eso, bastarán un par de pinceladas para recordarla.
  Siempre se dejaba el coche en las últimas casas de Soto, en un pequeño aparcamiento, asentado sobre el muro donde se divide la pista de Vegabaño y el camino antiguo a la misma vega.
  El hombre tiene tendencia a la ley del mínimo esfuerzo. Tendrá que acostumbrarse a dejar el coche a la entrada del pueblo, si el Parque Nacional termina, de una vez, el nuevo aparcamiento.
  En esta esquina alta y apartada de Soto, mirando los impactos de la Guerra Civil sobre la blanca fachada de una casa, se aprecian las marcas del PR que se encamina a Vegabaño.
  Un pequeño puente salva el lecho del río Agüera, encaminando esa ruta hacia la vega. Sin embargo, pasado el puente, se gira a la izquierda, por el asfalto que muere en la fuente y el lavadero de Soto.
  Pegado al muro frontal del lavadero, pasa un pasillo. Un rincón de agua y cascada, cuelga sobre un puente que, con un repecho, retorna a la Senda del Arcediano.
Soto de SajambreLa Senda del Arcediano sólo conserva, en esta salida montuna de Soto, la caja de su trazado, tapado por la pista ganadera que sube a los invernales y puertos de este subvalle.
  La pista tarda en reposar, como queriendo perder de vista a Soto. El descanso finaliza en el cruce de pistas. El ramal cegado de la izquierda sube a Güembres; remontando sobre nuestros pasos, se tira a mano derecha a retomar la Senda del Arcediano.
  Faldeando a media altura entre rústicos cierres de prados y taludes de reseco matorral, el camino se dirige a Valdelosciegos. Sólo hay que reseñar un ramal a la izquierda sin mayor trascendencia, en el último tramo antes de llegar a este remozado invernal.
  Pasado el invernal, una riega que cruza el camino hace de fuente de la majada. La mirada se abre a las laderas de Beza, antes de apurar el paso por este camino medieval.
Cruce: Puerto de Beza (Senda del Arcediano) - Puerto de BarcineraEn plena revuelta de la pista que tapa la Senda del Arcediano, arranca un camino carretero. La fea techumbre de un invernal, baja con relación al camino, en las praderas cercadas de Valdelosciegos, dirige la vista al fondo del valle, donde vuelven a aparecer, de modo efímero, los tejados de Soto.
  Un cómodo, breve y bonito paseo precede a otro tramo de ascenso, eso sí, no menos guapo. Una extraña sensación se pierde al entrar en la zona de prados muriados. El camino se reconoce como más peatonal, mientras traza un par de tornos en la esquina de uno de los invernales de Llagubeñu.
  Al dejar la compañía de la muria rebrota la extraña sensación, aunque algo más leve. El camino ha sido agrandado para meter vehículos de carga. Las matas arbustivas borran la evidencia de este paso artificial. No era el caminante el que había cambiado, sino la fisonomía del antiguo camino.
  En Llagubeñu los invernales de dispersan entre ocultos prados. En camino muere en una campera, iluminada por el sol salido del Cornión. Se remonta esta alargada vega hacia la izquierda. Del paso de gente y ganado empiezan a marcarse veredas de tierra en el pasto.
  El corto ascenso finaliza en un rellano de vega. Una empalizada de madera sirve de indicio de una actividad ganadera que aún pervive.
  El camino no se ha perdido en esta vega de Llagubeño, sino que detiene su pulso para no afectar al pasto, mina de oro de los pueblos de montaña.
Teso Les PuertesDe espaldas a la empalizada, se retoma el camino que se adentra en el corto pasaje de Les Puertes. En el talud izquierdo se suceden las redondas, bloques de piedra de una lengua de canchal tomada por la vegetación que fluye desde El Hoya, en el camino de Los Rocinos. Por la derecha, lindan las descuidadas murias de unos prados que reciben la sombra del hayedo.
  Libre del acoso forestal, el camino se degrada en sendero terroso al encaramarse en la loma del Teso Les Puertes. Esta cuesta abierta de matorral deja ver el avance del bosque. Sobre las plantas rastreras se irguen arbustos que anuncian el retorto de la primitiva foresta.
  En la foto (miniatura/ampliación) pausan los montañeros en uno de los pocos claros de esta cuesta, momento en que el sendero se adentra en un laberinto arbustivo, en la antesala del hayedo.
  Ten y Pileñes escapan en la línea del horizonte del verde mundo de Sajambre.
BarcineraLa cuesta del Teso Les Puertes cede en un rincón de hayedo, del que el sendero sale reconvertido en llano camino carretero.
  Apenas un claro de vaguada, en una tirada de paseo a la sombra del arbolado. No tarda en recibirse, por la izquierda, el Camino de Los Rocinos, vieja servidumbre de paso de los ganados asturianos por las tierras lonesas de Sajambre. Pese a tratrarse de un camino tradicional, entra casi desapercibido (si no fuera por los postes de orientación de uno de los senderos del Parque Nacional de Los Picos de Europa).
  Una alameda de hojas caídas deja entrar la claridad del claro de Barcinera (fotos miniatura y ampliación). En este collado oculto de Soto, el paseo devola a la vertiente del Dobra, con el guiño calvo de la Cotorra de Escobaño (elevación formada entre el Collao Barcinera y Vegabaño).
Barcinera
Hayedos de CaromboSin esperar al cruce de pistas que se encuentra pasado el Collao Barcinera, se ataja por la vertiente del Dobra, descolgándose por la calva que mira a Peña Santa.
  En unos metros se cae a la pista procedente de Vegabaño, que dobla bajo el Collao Barcinera a la sombra del hayedo. No tarda ni unos metros en devolar una collada forestal, donde se inicia la precipitada bajada hacia las profundidades del Dobra.
  La pista se va perdiendo en la espesura del hayedo, mutilada por un par de árboles reventados por la fuerza de un temporal invernal. Aunque el hombre ha limpiado los efectos del temporal, el vestigio de pista ya no se ha recuperado. No obstante, queda un camino que guía a la primera gran abertura de pastizal de la ladera (foto miniatura).
  Pausada la bajada en esta larga abertura del hayedo, los ojos fijan el camino que ha de recorrerse para alcanzar la boca Corroble. Destaca, en el centro de la foto ampliada, una senda que corta en diagonal la ladera de La Argaeda. Remonta toda la falda desde el Hoyo de Los Castellanos hasta las Colladinas de Valdelasombra.
  Se denomina Boca de Corroble la horcada aneja al Camperón, pequeño torreón aislado en la izquierda de la foto ampliada, donde recala el extremo inferior del crestón de Las Garitas (que ocupa, prácticamente, la cimera altiva de la imagen).
Camperón y Boca CorrobleLadera abajo, de calva a calva, con un paréntesis de umbrío hayedo, donde el camino pasa al lado de una profunda dolina de hojarasca. La pradera de esta segunda calva, medio comida por el helecho, tiene una línea de vereda intuida por la permanente compactación del pisado terreno. El lejano Camperón deja caer la loma calcárea de la Sierra Mercader (foto miniatura). Es también El Camperón, pegado a la horcada altiva de la Boca Corroble, junto con la Sierra Mercader, el protagonista de la foto grande.
  Un tupido túnel arbustivo de avellanos permite retornar hayedo, donde el camino traza una pedregosa revuelta para dejarse atemperar en su confluir con la riega central de la vaguada.
Carombo y Punta ExtremeraLa riega encharca el camino, que muere en otra campera de pastizal en las cercanías del oculto Dobra. Cuando el helecho no se eleva sobre el pasto, se nota el paso del sendero. En todo caso, se deja apurar la pradera hasta un llamativo árbol que sirve de jito (foto pequeña). Algo llama la atención en este indicador arbóreo: no sé si su soledad, aunque no esté apartado del todo; quizás su altura, no siendo el más elevado, o puede ser su tronco blanco y anciano, que no se deja ver hasta chocar contra él.
  En este árbol se tira a la derecha, volviendo a marcarse el camino (más que un sendero); silencioso en el oscuro hayedo, se precipita en un instante al bullicioso Dobra.
  Una plancha de hormigón salta sobre el río verde, profundo linde de los dominios del Canto Cabronero (Precornión) y del Cornión, otrora Parque Nacional de la Montaña de Covadonga o del Macizo de Las Peñas Santas (foto grande).
CaromboEl camino asoma, por un instante, al bajar del río Dobra; como un despido silencioso a esta cuenca divisoria.
  Entre el bosque, no tarda en doblar un cantuco. De los troncos de haya salta a un laberinto arbustivo. Trazas de sendero enlazan retales de vega aislados. La boca de Valdecarombo, como estrella polar que guía al montañero, emerge sobre este entramado arbustivo.
  En unos metros la vereda sacude el boscaje, abriéndose al pasto de Carombo. Se cruza un regato, afrontado el corto repecho hasta la cabaña del Chamozo, jito pastoril y encrucijada de caminos. Unos metros a su derecha mana la fuente, en cuyo bebedero abrevan las vacas.
  Foto grande: cabaña del Chamozo.

 
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