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Los vértices del plano cuadrangular del que emerge La Corona se corresponden con los ya familares pueblos de Cien, Ceneya, Amieva y San Román. Los puntos de partida más habituales para subir a La Corona son indistintamente San Román o Amieva. Cogiendo la pista que une ambas localidades a través de La Collada, se alcanza rápidamente la cumbre de la montaña. Pero hacer de la comodidad y la sencillez la norma en la búsqueda de la cima de una montaña, implica aceptar el desconocimiento de la misma. Nombrar una cumbre y pisar su cima no es conocerla, sino que -las más de las veces- es optar voluntariamente por el desconocimiento absoluto. Toda montaña presenta cuatro caras e infinidad de marchas de aproximación. Si es imposible recorrerlas todas, marchemos siempre de la montaña con la intención de volver a intentarla por otra ruta, otra vertiente o con otra mentalidad. A veces es mejor esforzarse y no alcanzar la cumbre que pisar el punto más alto sin importar por dónde. La idea de mostrar una imagen global de la montaña, me ha llevado a elegir el pueblo de Cien como punto de partida. Sin llegar nunca a conocer la montaña, podemos dar los primeros pasos por alguno de sus más bellos rincones.
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La Vega de Colín se encuentra a medio camino entre Cien y San Román. Una descuidada muria cerca la hondonada hacia la que fluyen las herbosas faldas occidentales de La Corona. El Llagu Colín es una charca donde beben los rebaños que pastan en el entorno. Un grupeto de árbolucos de porte arbustivo hacen corro alrededor del reducido lecho lacustre. Por toda la vega, y por las laderas que la circundan aún crecen solitarios robles de escaso porte. Últimos ejemplares de una mancha forestal extensa de la que aún se conservan pequeños reductos en las faldas inferiores de la vega, en el entorno de las praderías de Cien. Desde la Vega de Colín se distinguen perfectamente la montaña madre de La Corona y el pequeño y escarpado peñasco desgajado de la misma llamado por los vecinos de San Román Aboguero. Foto ampliación: subida a la Vega de Colín.
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El siguiente punto de paso es el Jorcáu Llagu. Entremedias han de recorrerse los vastos faldones occidentales de La Corona. Largo flanqueo bajo la imponente presencia de los cortantes desventíos de La Corona. Toda la travesía gira en torno a la Vega de Colín. Esta hondonada es el cuenco al que fluyen las faldas de la montaña. A medida que se ganan metros se va destacando el cerco que delimita el Prau (Vega) de Colín. En línea con la abertura del Sella, se recorta en el horizonte la amesetada mole calcárea de la Mota Cetín. También en el horizonte, pero sobre los cielos de Ponga, emerge el Pico Pierzu. afamada cumbre de pindias laderas en las que a duras penas persiste una reducida mancha forestal, desgajada del cercano Monte de Peloño.
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