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Picos de Juanfría (Macizo Oriental)*Apéndice: Coordenadas GPS |
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 En la miniatura se nos muestra el tramo de pista que continúa hasta el Hoyo Moro.
Por su parte, aprovechamos la vista aérea de la ampliación, tomada desde los Picos de Santolaja, para hacer una somera recomposición descriptiva de todo el entramado de pistas, invernales, collados y pueblos del valle.
En el tercio inferior de la fotografía identificamos la casa de La Picota (en el centro) y el invernal de Andalubia (a la derecha, a la vera de la pista que sube al Hoyo Moro). Al lado contrario, vemos un par de invernales que comparten pradería, a los que se accede por uno de los ramales de la pista que viene del Collao La Hoz. Ésta se identifica claramente en su rodeo de la mancha de pinar, que también nos facilita la ubicación de aquel collado.
En el centro del valle (y de la imagen) está el pueblo de Lon, cuya carretera baja serpenteando por sus faldas a entroncar entre los pueblos de Baró y San Pelayo con la carretera troncal del Valle de Camaleño, cuya capital también se deja ver en el extremo superior derecho de la fotografía.
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 El Hoyo Moro dista escasos 500 metros del invernal de Andalubia. Corto recorrido que, sin embargo, no cede en la dureza del repecho. Un par de retorcidas revueltas preceden la rampa de salida a las campas del Hoyo Moro (foto miniatura).
La pista parece morir en este canto de campera, mirador natural de las Cabañas de Lon, en la confluencia de la Canal de Ontuje de Lon con la de Las Arredondas. En el horizonte celeste la omnipresente Silla Caballo, una cima prominente entre las cúspides del macizo (foto ampliación).
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 En la cuenca del Hoyo Moro se envuelve un prado circular firmemente cerrado por una triple línea de avellanos, ruinosa muria y alambrada, a la que parece querer unirse una última línea defensiva en forma de maleza.
En la ampliación volvemos a encontrarnos con unas peñas ya familiares, ahora comprimidas a la campera del Hoyo Moro.
Nos detenemos, sin embargo, en la miniatura, donde miramos hacia las peñas pardas (mixtas con la caliza en el caso del Pandillu), que presiden esta planicie amesetada del Hoyo Moro. En la fotografía me escoro intencionadamente al Pandillu, en cuya base se traza la diagonal de la Canal de los Tornos, donde se entuban las revueltas cimeras de Edes.
Proseguimos camino, para entroncar con el arranque del que sube a estos Puertos de Edes.
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 Nada más coronar el canto del amesetado rellano del Hoyo Moro, giramos completamente a la derecha, por encima del cambio de plano con la pista que traemos. Paralelos al cierre de la campera del Hoyo Moro, nos dirigimos a los linderos del Parque Nacional, donde la pista se desdobla en dos ramales.
Desechamos el de la derecha (foto ampliación), que va a morir unos metros más adelante, en un bebedero. Se ha abierto sobre el sendero que devola a Osmedián, en la cabecera del valle de Argüébanes. Este paso alto de comunicación entre ambas cabeceras de valle está prácticamente perdido.
Seguimos ascendiendo de frente por el otro brazo de pista, envolviendo este prado circular central del Hoyo Moro. Arriba, en un recodo, la pista se agota, y apenas deja salir un sendero, vestigio de un antiguo camino minero de mayor amplitud.
Una mala muria, con un efímero marco de madera, configura la puerta de entrada a los mundos de Edes (foto miniatura).
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 El camino minero, traza los primeros tornos, ganando rápidamente altura. Aún se conservan los muriados en que se asientan estas revueltas incipientes del ascenso.
En la base de la ladera por la que ahora subimos, se escalonan todos los rincones que hemos ido jalonando en nuestro recorrido: desde el pueblo de Lon o el Collao la Hoz, hasta la casa de La Picota o el invernal de Andalubia (foto ampliación); con la pista de entrada a los tornos, bajo el sendero terroso que aún pervive del antiguo camino de servicio de las Minas de Viaje.
Pero la panorámica se abre aún más, hacia gran parte de los rincones de Liébana. En la miniatura el Hoyo Moro y el Monte la Mayor, mancha forestal que trepa hacia las cimeras de Los Cabezos y las Vegas. Al fondo el Coriscao, en la Cordillera Cantábrica.
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 Superados estos tornos iniciales, el sendero devola una collada e inicia una travesía descendente hacia la reseca torrentera de la Canal de los Tornos.
Durante el faldeo de estas laderas herbosas de los prolegómenos de la canal, seguimos gozando de una vista muy guapa del valle de Lon (fotos miniatura y ampliación).
En ésta destacan dos montañas: El Pico San Martín (punta cimera en el extremo trapezoidal de La Viorna) y el Bistruey, en el declive de la Cordillera Cantábrica hacia el Puerto de Piedraslluengas.
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 La Canal de los Tornos es la valleja en que se concentran todos los aportes del cono superior de los Puertos de Edes. Es un embudo natural al que vierten todos los pastizales que se extienden desde Mañimoco hasta el Pandillu (foto ampliación: travesía de Mañimoco al Pandillu).
Por este cuello de botella se cuela el viejo camino de las minas, en los conocidos como Tornos de Edes. Cruza el lecho reseco de la torrentera de la canal, e inicia el ascenso por la izquierda de la misma (foto miniatura).
Más arriba vuelve a cruzar el leve flujo de su cauce, apuntando ya a la mayor amplitud de la cabecera del embudo.
Ésta comba entre los mencionados peñascos de Mañimoco y El Pandillu. Un farallón rocoso separa la parte alta de la ladera de la concha superior de la canal por donde remontan los Tornos de Edes (foto ampliación).
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 Los Picos de Mañimoco quedan a la derecha del embudo de salida de la Canal de los Tornos. En los últimos compases del camino principal de las minas por estos costados de la canal, sale una vereda terrosa de los animales que asciende entre el herbazal de la ladera en dirección a estos pastos.
Sube, primero, a una collada inferior, bajo los contrafuertes de los Picos de Mañimoco. Esta collada está formada por un apéndice de estas peñas parduzcas: los Picos de Santolaja (fotos miniatura y ampliación).
Los Picos de Mañimoco son una bonita alternativa a la ruta propuesta. Una balconada de media montaña hacia los plegamientos de La Liébana y bajo las torres calizas de Ándara.
Por la vertiente opuesta de la collada habría acceso desde la majada de Osmedián, a través de la más costosa y tomada Canal de Javierno.
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 Por su parte, el camino de los Tornos gira en esta cuenca superior de la canal, bajo los farallones rocosos en que se asientan las laderas superiores del puerto, en travesía ascendente hacia el collao del Pandillu (fotos miniatura y ampliación).
En los últimos metros del ascenso, en las peñas de la derecha, buscan refugio los rebaños que frecuentan estos pastos, en la Cueva del Pandillu, apenas un abrigo.
Es frecuente encontrar en estos pastos rebaños de cabras y ovejas. Generalmente se hallan guardados por uno o varios mastines. También suben al puerto las vacas, aunque, generalmente, en un número ostensiblemente menor. Parece una situación inversa a la que apreciamos en el faldón norteño del Cornión, donde las cabezas de vacuno son omnipresentes en todas las vegas y majadas. La orografía del mediodía de Ándara se empeña en desterrar ese cartel de macizo menor, reservando sus escarpados apriscos al ganado mejor adaptado a la peña.
El ganado vacuno y caballar se extiende por las faldas de las montañas y se concentra, fundamentalmente, en los inmensos pastizales de Áliva.
Los Puertos de Edes pueden considerarse casi un paraíso de pastizal inestablemente asentado bajo las cortadas vasallas de Ándara y defendido por las dos quebradas torres parduzcas de Mañimoco y El Pandillu.
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 Los Tornos de Edes se ciñen al embudo de la Canal de los Tornos, limitando su campo de visión a la ventana que forman los Picos de Mañimoco / Santolaja y del Pandillu.
La caja del camino gira junto a unas hayas enclavadas en un cantín, para desvanecerse momentáneamente en las camperas del Pandillu.
Remontamos directamente por la verde alfombra que conduce a la collada. Sobre la cuerda del horizonte vuelven a despuntar, torre a torre, punta a punta, roca a roca, los bastiones de un macizo que reclama un lugar en la alta montaña de los Picos de Europa (fotos miniatura y ampliación).
Traspuesta la collada, la suavidad de las laderas de Las Buscas y la intuida amplitud del camino, siguen tejiendo su trampa mortal al descuidado montañero.
En el Pandillu acaban prácticamente las bondades del pastizal. El camino se interna inexorablemente en el reino de la alta montaña, de los riscos, los neveros y las canales. Los rigores de la montaña pueden aflorar con mayor intensidad y el cansancio ya empieza a hacer mella en el confiado montañero.
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