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Imágenes de una vida en la montaña (XVIII) |
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El hombre del tiempo anuncia bajas presiones, que en su bonito mapa de colores traduce en fuertes lluvias. Como suele suceder el día amanece totalmente despejado. Dejamos en el coche la ropa de abrigo y nos reímos una vez más del Sr. Maldonado. No hemos madrugado, ya son las diez, mas el día invita a una larga marcha de verano. Apenas logramos encontrar esta pequeña nube en todo el cielo.
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No es para preocuparse. ¡Mira, incluso a desaparecido! Al rato vuelve a formarse, aunque más pequeña que la anterior.
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Algo más a la izquierda se forma una segunda nube. Ya no desaparece. Es mayor que la anterior, pero apenas un montón de vapor de agua en un rincón del cielo. El sol empieza a calentar y la evaporación es cada vez más intensa. El hombre ha construido grandes pantanos, y por el lugar de formación de las nubes podemos descubrir dónde se encuentran algunos de ellos.
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Seguimos caminando confiados; sin embargo, la máquina destructiva ya se ha puesto en marcha. Es cuestión de tiempo.
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El cielo empieza a avisarnos. Algo no marcha bien. Con tiempo estable, las nubes no forman esas torres del horizonte. El Anticiclón, altas presiones, es como una enorme losa puesta sobre el punto de condensación (límite inferior de formación de las nubes). El efecto de las altas presiones (la ´A´ de los mapas del tiempo´) se puede observar por las mañanitas en los pueblos. El humo de las casas sale de las chimeneas, pero se estanca en horizontal por todo el fondo del valle. Un gran peso le impide elevarse hacia el cielo. Con bajas presiones (la ´B´ del mapa del tiempo) el efecto es el contrario. Esa losa desaparece y el vapor de agua se eleva hacia las capas altas de la atmósfera. Sube creando esas gigantescas torres que son los cúmulos. En su rápido ascenso las gotas de vapor chocan entre sí creando una creciente carga eléctrica. Al final nos encontramos con una enorme torre de varios kilómetros de altura cargada de un potencial eléctrico desproporcionado.
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En las capas altas de la atmósfera las gotas de vapor se transforman en cristales de hielo. El cúmulo empieza a tomar forma de yunque.
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El largo penacho desdibuja la parte superior del cúmulo de tormenta.
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Aquel cúmulo débil del que nos reíamos a las diez de la mañana se ha transformado un par de horas después en una enorme fortaleza de altivas torres eléctricas.
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Nubes hermosas de un blanco resplandeciente, formando lóbulos algodonosos. Belleza traicionera que al crecer sobre nuestras cabezas se transforma en una mancha gris plomiza que tapa el sol. Nos hemos adentrado alegremente en la alta montaña, pero la lluvia que anunciaba el parte sí parece posible.
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Más que posible, caen los primeros goterones. La atmósfera está cargada, sólo hace falta un leve contacto para hacer saltar la primera chispa. La tragedia ronda de nuevo la montaña. La tierra busca recuperar el equilibrio. Saltan chispas de tierra a nube, de nube a nube, de nube a tierra, y nosotros hemos quedado atrapados en el centro. En los próximos minutos la atmósfera no dará tregua y nosotros no tendremos escapatoria. Estamos al capricho de los rayos. Evitamos los lugares de riesgo: crestas, cuevas poco profundas, árboles solitarios, corrientes de aire. También intentaremos salir de los canalones y desfiladeros. En pocos minutos van a caer grandes cantidades de agua. En una tormenta formada en Valdeón a la una de la tarde, el agua bajó formando un surco de más de tres metros de alto (en algunos puntos) desde la Canal de Pambuches hasta la orilla del Cares. Además la temperatura caerá en picado, varios grados de golpe. Azotará el granizo. De poco servirá la ropa de abrigo que hemos dejado en el coche. El tiempo de formación de una tormenta variará mucho según la inestabilidad atmosférica, pero a partir de las doce empieza a haber serio riesgo. Una tormenta frontal puede formarse, en un día totalmente despejado en un cuarto de hora (y ésta si que no avisa). Mientras nosotros estamos atrapados en mitad de la montaña, en nuestras casas seguirán riéndose del hombre del tiempo, pues en la costa siguen disfrutando de un día soleado.
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