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Cabeza Pandescura (Macizo Occidental)*Apéndice: coordenadas GPS |
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_4129.jpg&w=300&c=458) Frente al ayuntamiento una escultura de un pastor y su perro son el cálido homenaje que la Fundación Príncipe de Asturias ha brindado a este colectivo con la concesión al ´pueblo ejemplar´. Benia es la capital de un concejo que vive de los pastos del Cornión. De cada pueblo salía un camino con dirección a las majadas y vegas que este concejo poseía en los faldones norteños de las Peñas Santas. Cada año se producía la cíclica trashumancia vertical de hombres, ganados y animales domésticos del valle a la montaña y de la montaña al valle.
El camino de Benia, como el de aquellos otros pueblos que se retiran a las fértiles veras del Güeña, es bastante largo. Mas, si nos circunscribimos a su paso por la franja de puerto bajo, podemos idear una ruta de ida y vuelta con ligeras variantes de una longitud y desnivel asequibles. Aunque la meta es la cima de la Cabeza Pandescura, durante la aproximación a la montaña disfrutaremos de cuevas y simas, la ermita de Castro, un túmulo funerario y un recinto en estudio que parece corresponder a un castro celta; aparte de algunas bonitas majadas y una panorámica inabarcable del Cornión.
Podemos idear unas cuantas alternativas para coronar el Pandescura. Sin duda la más cómoda es la que sale de Demués, dado que es el pueblo más alto y próximo a la montaña. Pero los alicientes de la larga aproximación, creo, quedan ampliamente compensados con la belleza de los rincones que se irán descubriendo. El circuito que se pasa a describir parte de una línea troncal con ligeras variantes. El senderista siempre tendrá referencia durante el descenso de los puntos que ya le empiezan a ser familiares del ascenso.
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 Resguardamos el coche en la plaza que se recoge tras el ayuntamiento. Aquí ponemos las mochilas y empezamos el difícil callejeo por la villa. Dejando a nuestra espalda el ayuntamiento, salimos por una calle entre mesones y restaurantes. Doblamos la esquina a la derecha a buscar la compañía del Güeña. Remontamos por su vera, venciendo uno de sus afluentes por una estrecha pasarela. Sin darnos cuenta volvemos a encontrarnos callejeando por estrechas callejuelas, perdido de nuevo el contacto con el río madre del valle. En cuanto podemos volvemos a girar a la derecha, para retornar a orillas del Güeña.
Un puente enconchado de piedra (foto miniatura), nos retorna al Benia antiguo, al pueblo de pastores y rebaños. Al otro lado del puente, remonta directa la pista construida sobre la caja del viejo camino. Sube directa hacia el monte, retorciéndose en las praderías de sus faldas. A medida que va ganando altura va distanciándose de la villa en la que hace apenas unos minutos hemos iniciado la aproximación a la montaña (foto ampliación).
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 La pista tiene una caja asentada, incluso hormigonada en los tramos más pendientes; resulta sencillo desentenderse de los contados ramales secundarios que se desgajan de esta pista troncal.
A la altura de unas antenas se encuentra el doble ramal que entra al pueblo de Castro. En un rincón de su ería, a la vera de la pista, escondida en las entrañas calcáreas de un selvático jou, descansaban los huesos de lo que se creía un oso, cubiertos de una fresca capa de agua filtrada.Su morfología parece apuntar hacia un rinoceronte prehistórico. Una copia va a ser expuesta en la Cuevona de Avín (pueblo vecino de Benia), habilitada como museo seminatural.
El desvío por Castro, será una de las ligeras variantes a la ruta troncal propuesta que se describirán durante el descenso. De momento ha de continuarse el ascenso por la pista principal.
En la miniatura, detalle de la pista. Las laderas norteñas en que despunta la doble joroba de Cueto Grande y Cueto Chico, vuelven crónicas las duras heladas invernales.
La ería de Castro es la protagonista de la ampliación. A un lado, en el valle, el pueblo de Avín. Por la abertura de la Cuestona o Cabeza de Alda, por donde se cuela el alto Güeña y la carretera que viene de Cabrales, llega a verse la Cabeza Buena, en el extremo occidental de la Sierra del Cuera.
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 Por encima de Castro el boscaje arbustivo restringe la abierta visión hacia el valle; aunque vuelve a aparecer brevemente el pueblo de Avín, antes de doblar hacia un rincón de afloramientos cársticos y avellanos que marcan el punto de inflexión de esta primera parte del recorrido.
Tras un agradecido descenso, cede el bosque ante el empuje de las praderías (foto ampliación). En ésta alcanza a verse el Requexón y la aguja adosada del Tercer Poyón sobresalir tras el collado de Llano la Cruz.
La praderías que linda la pista por la izquierda, tumban hacia un cegado circo, envuelto en una modesta barrera calcárea. En la peña se esconde la enorme boca de la cueva Pruneda. Para bajar a ella bastaría pasar a las praderías y dejarse llevar por la inclinación natural del terreno. Para evitar pisar las fincas, puede saltarse la alambrada antes de llegar a éstas, entrando por el boscaje que las precede. Veredas de los bichos, permiten adentrarse entre los arbustos, saliendo al fondo de la depresión, frente a la boca de la cueva.
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 La pista se interrumpe en Posadorio, una finca de ondulado acabalgamiento, montada por un invernal bien asido a las bridas por las raíces de los gruesos troncos que lo envuelven (fotos miniatura y ampliación).
Una recortada jorada se resalta en la cuesta que interrumpe parcialmente nuestra visión sobre el cordal del Pandescura. La cima de esta cabeza despunta tras la línea de cuesta; en tanto que el Porrón o Zarangüezu sobresale casi completo por su lateral izquierdo (foto ampliación).
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