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Rutas por los Picos de Europa

Picos de Valdecoro (Macizo Central)* Apéndice: PR del Parque Nacional.

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PidoEspinama y Pido comparten la cabecera del Valle de Camaleño, uno de los Ayuntamientos que integran la comarca lebaniega. Este valle se estructura en torno al cauce fluvial del alto Deva, al que vierten un gran número de valles secundarios, en su mayor parte regidos por singulares pueblos de montaña.
  Separados por el aún naciente Deva, ambos pueblos se hallan integrados en el Parque Nacional de los Picos de Europa. El barrio de Pido, en la margen derecha de este río, caería del lado de la Cordillera Cantábrica, pues el Deva es límite geológico de los Picos de Europa. La riqueza de los ecosistemas del bosque atlántico, que viene a representar este Parque Nacional, ha propiciado la extensión de sus límites a las faldas de la Cordillera Cantábrica que miran a la cabecera del Valle de Camaleño.
  La comodidad del montañismo popular invita a llevar el coche hasta el último rincón, mas -a veces- una hora de camino añadida no es una hora perdida, sino que puede guardar rincones de gran encanto y significado. Prescindir del fondo del valle como punto de partida, por su mayor lejanía a la montaña, supone adulterar las marchas de aproximación, privándose de los agradecidos recorridos por la variedad de ecosistemas que engloba el tránsito idílico del valle a la motaña. En el valle se concentran las praderías que circundan a los pueblos regentes, estructuradas en torno a la figura de los invernales; verdes pastizales ganados a las frondosas manchas forestales que buscan el abrigo de las laderas, donde se resguarda una densidad faunística sin parangón en otro tipo de ecosistemas.
  Si bien la creación de infraestructuras turísticas sí puede condicionar estas marchas de aproximación a la montaña, e incluso la misma consideración de la alta montaña, no por ello vamos a claudicar y dejar de respetar las reglas que entendemos dicta la montaña y que, en definitiva, son las que -quiérase o no- dejan huella imperecedera en las vivencias del montañero.
  En la foto ampliada vemos un ejemplo de este tipo de ecosistemas en que coexisten los pastizales con los frondoso bosques. En los lindes entre las praderías y el monte discurre la vieja pista por la que podemos subir al circo galciar de Fuente Dé. Despunta al fondo, por la abertura de los poblados valles, la cima del Escaño (o Tabla Mal Rota) y la barrera calcárea de los Altos de la Mostajal, en la línea cumbrera de la Cordillera Cantábrica (sector Coriscao).

Picos de ValdecoroEl coche puede dejarse ya en el mismo Espinama, pues las pistas de bajada de Tobín permiten bajar indistintamente a este pueblo o a su barrio de Pido. Ambos pueblos están unidos por un camino oculto en las umbrías del alto Deva (camino que está siendo tapado bajo la caja de una nueva pista).
  La pista que sube a Fuente Dé pasa por la quesería de Pido. Toda la vuelta, hasta su posterior entronque con la carretera que sube al teleférico, ha sido asfaltado; así que puede acortarse por esta misma carretera (dado que ha de sufrirse el mismo tipo de piso asfáltico), aprovechando las primeras horas de la mañana para evitar el intenso tráfico que atrae la apertura del remonte. Para aquellos que ya conocen la pista que arquea por la quesería, de la que se desgajan ramales tan frecuentados como los que suben al Lago Salvorón o el que entronca con la pista que sube al Puerto de Pandetrave desde Fuente Dé, el paseo matutino por la carretera le permite ir asimilando un paisaje que no se aprecia cuando se sube en coche, con el único ansia de llegar cuanto antes al final del trayecto.
  La foto ampliada del anterior apartado ha sido tomada desde la carretera, así como las dos que acompañan a éste. Me ha llamado la atención, como la trasera de esta cabaña pende, en inestable equilibrio sobre el talud de la carretera, como suspirando por haberse librado por los pelos de sucumbir al paso de las escavadoras. Sobre la cabaña despuntan en la miniatura los Picos de Valdecoro. Emerge en la ampliación, tras los bastiones que cierran el circo de Fuente Dé, la cabalgadura de Peña Olvidada. Esta muralla rocosa que cierra la cabecera del alto Deva, quiebra en su centro en la tajadura de la Canal de la Jenduda. Atravesando las praderías de la Vega del Naranco, y cruzando bajo la carretera, el susurro del Deva llama nuestra atención, cuando hemos sido lo suficientemente astutos como para adelantarnos a la irrupción del tráfico en la muda sonoridad de las forestas del alto Camaleño.
pista de la queseríaEl desvío por la quesería de Pido, aunque asfaltado, ofrece más tranquilidad durante las horas centrales del día, aparte de una diversa perspectiva del entorno.
  La pista de la quesería se coge en el mismo Pido (ramal de carretera de entrada al pueblo, dejando la pista apuntada que une Espinama con Pido). Nada más dar la revuelta de entrada al pueblo, que rodea la primera casa del mismo, se entra a mano derecha en una directa y empinada callejuela hormigonada que sube entre viejas y pequeñas casas de piedra y otras recién remodeladas. Esta callejuela ya nos emboca en la pista de salida, que pasa junto a un par de invernales a las afueras de Pido. A la vera de la pista se encuentra un bebedero, encaminándonos ya por los lindes del bosque y de las praderías hacia un par de naves, siendo la segunda la de la quesería.
  De la pista asfaltada salen varios ramales en dirección a los altos puertos de la Codillera Cantábrica. El ramal de Salvorón se encuentra a la altura de la quesería; algo más adelante el de la Vega de Arriba (ambas pistas cuentan con una secundaria que las une en la zona intermedia del valle), junto con otro cegado que muere a orillas del río Cantiján. Embocando los farallones de Fuente Dé, se desgajan las pistas que suben a enlazar con la principal que sube por los invernales de las Berrugas (encrucijada) a Valcabao y el puerto de Pandetrave. En este último tramo, antes de salir a la carretera nos cruzamos con grupos de caminantes que bajan por el sendero de pequeño recorrido Fuente Dé - Santo Toribio (foto miniatura con la Tabla Mal Rota y los Altos de la Mostajal al fondo).
  En la foto ampliada Peña Remoña y Salinas (detrás) desde las praderías de la quesería.

desvío caserío del NarancoMás arriba la carretera gira (confluyendo con la pista procedente de la quesería), enfocando, por los laterales de la Vega del Naranco, la cegada cabecera de la cuenca del río Deva. Inexpugnables farallones, resquebrajados por tajadas, pandas, lleras y traviesas, se ciernen sobre la parte alta de la cuenca troncal del Valle de Camaleño, dando forma a un anfiteatro natural en que vuelve a la vida al agua filtrada de los neveros de los Urrieles en las llamargas de las fuentes del Deva.
  La sufrida carretera toca a su fin. Nada más pasar el Km. 22 (foto miniatura), en un rellano de la vera de la carretera en que se interrumpen los metálicos pretiles, se disimula la pista que baja a el caserío o convento del Naranco (foto ampliación).

pista de Fuente Dé, con el río Deva y los Picos de Valdecoro en la ampliaciónLa pista baja hasta el mismo cauce del Deva, contiguo al caserío del Naranco. Las cristalinas aguas reflejan las bermejas tonalidades minerales del lecho del río, esparciéndose por la caja de la pista. El sol seca el piso de la pista que, al otro lado, se sacude las gotas del aún joven Deva. Efímero claro ganado al bosque, por el que alcanzamos a ver las rotas y estratificadas paredes de los Picos de Valdecoro (foto ampliación).
  Se interna la pista en el bosque, remontando por las márgenes orientales del río, próxima a las praderías que ocupan todo el fondo del valle, pero igualmente alejada de las mismas por las umbrías y taludes que parecen aislarla de todo contacto con la singularidad de los ecosistemas de pastizal, transportándola al mundo húmedo de los musgos que alimentan nuestra mitología.
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  A poco de vadear el Deva, subía un ramal cegado que apenas llamaba la atención. Por esa tremenda rampa se mete el PR-PNPE 24.
  Las recientes pinturas nos guían al Norte, paralelos el escondido río, en ruta de retorno de los que bajan del Cable.

Fuente DéA medida que nos vamos aproximando al circo de Fuente Dé, va cediendo el bosque, acosado por dispersas praderías. Pastos ganados al bosque que nos permiten alumbrar la belleza natural que se esconde en los extremos del alto Deva, fundida en una hermosa conjunción de circos glaciares, bosque atlántico y alta montaña en estado puro; un ecosistema que da cobijo al oso cantábrico y sobre el que reina la más poderosa de nuestras rapaces, el águila real.
  Marco idílico que el estruendoso rugido de una moto parece romper. La brisa de la mañana azota las banderas sobre sus mástiles, tarjeta de visita de uno de los restaurantes que han brotado en la vega. No alcanzo a ver el rótulo del establecimiento, tal vez ponga sarcársticamente ´El Rebeco´, desplazado por la urbanización del monte a las peñas del entorno. El oso y el águila real, por desgracia, reacios a la interacción con el hombre, lo tienen más difícil.
  La pista muere en los pastizales de Fuente Dé. Brota el río Deva en las fétidas llamargas alimentadas por las cloacas del Parador Nacional instalado en la vega. Inmundo venir a la vida en la trasera de las ajardinadas opulencias de un turismo de calidad sediento de espacios naturales. Molesta un continuo zumbido que viene del cielo, apagando el ´ladrido´ del águila real. Allá arriba, suspendidas por un par de cables, cuelgan unas cabinas coloradas llenas de gente. Dicen que llevan a los turistas a una balconada natural donde pueden realizar cómodos paseos, y que suben a los montañeros a su ecosistema, a la alta montaña, para que ´hagan actividad´.
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  Mientras se gestaba la ampliación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga a los tres macizos de los Picos de Europa, la idea de los especuladores urbanos proyectaba otra nueva agresión al Parque Nacional, la renovación en capacidad de las viejas cabinas rojas.

Parador y teleférico (Fuente Dé)Sigo sin entender la sed de naturaleza que se predica del hombre moderno. En la foto de la miniatura vemos el concepto de naturaleza que se vende en un Parque Nacional. El teleférico de Fuente Dé se ha convertido en el motor económico de La Liébana y el Parador le da un toque de calidad. El turismo puede disfrutar, sin despeinarse, de un enclave natural cuya singularidad le ha valido la distinción de Parque Nacional, en tanto que el montañismo tiene un teleférico que le permite ´hacer´ las principales cumbres de los Urrieles. Pueden subirse a varias en un sólo día o distribuirlas en dos jornadas durmiendo en un Hotel de dos estrellas en el corazón de Áliva.
  La foto de la ampliación está tomada en el mismo sitio, sólo hay que cambiar la cámara de posición. Nada la distingue de la anterior si la foto  no se queda en una mera imagen de postal, pues la realidad esconde un ecosistema degradado en que se han alterado profundamente las interacciones de las especies que lo componen. La desaparición de cualquier especie no es traumática por el mero hecho de su extinción, sino que pone de manifiesto la enfermedad del ecosistema al que pertenecía, pues un ecosistema no es sino la suma de las interrrelaciones entre las especies que lo habitan. Puede ser bonito asistir al vuelo enlatado de aves que se ofrece en Fuente Dé, pero no es más que un espectáculo turístico, un zoo volante, en un entorno equivocado, donde debería conservarse el vuelo de estas aves en estado salvaje.
  El motor económico de Liébana debería ser su privilegiado patrimonio rural, civil, religioso, cultural y natural. Son estos valores, en especial -por lo que a nosotros nos toca- el natural, que le ha valido la consideración de Parque Nacional, los que han de sustentar el despegue económico del valle. Pero un patrimonio natural no se explota degradándolo, sino conservándolo. El medio millón de personas que concentra el teleférico deberían dispersarse por toda la comarca, por los caminos de los pueblos de los valles lebaniegos; evitando concentrarlos en los Hoyos de Lloroza y los Puertos de Áliva, un entorno de alta montaña con escasa capacidad regenerativa por el corto período de bonanza de que goza la vegetación en estas cotas. La oferta no es tan golosa como el fácil reclamo de un teleférico, pero puede relanzarse con la educación en valores medioambientales y con la marca de Parque Nacional cuya esencia es la conservación de los espacios naturales y no la explotación turística a ultranza amparada en una concepción decimonónica de esta figura de protección. Los presupuestos del Parque no son para llenar la montaña de postes metálicos y aceras empedradas, sino para compensar a los territorios afectados de la pérdida de recursos económicos especulativos incidiendo en la conservación y en el desarrollo sostenible.
  Liébana compite en condiciones de desigualdad con el vecino valle leonés de Valdeón. En este valle sí hay un verdadero conflicto entre progreso y conservación. Las minicentrales y los tendidos eléctricos han sido el caballo de batalla previo a la extensión del antiguo Parque Nacional de la Montaña de Covadonga a su territorio. El debate se plantea así en sus verdaderos términos; no siendo -en cambio- sostenible la explotación especuladora de un parque Nacional por meros intereses lúdicos, pues en este caso el progreso no radica en la urbanización de los distintos ecosistemas, sino en su conservación.

En cuanto a la utilización del teleférico por los montañeros para ´hacer actividad´ ( que incluso tenemos rebaja por estar federados, cuando lo que tenían que ponernos es un recargo o un impuesto ecológico por doble moral) ni la entiendo ni creo que pueda entenderla. ¿Cómo puede pensarse que adulterando las marchas de aproximación a la alta montaña se ´hace actividad´? Lo único que se consigue es empequeñecer una de las escasos rincones de alta montaña de nuestra orografía para suplir las carencias físicas, psíquicas y técnicas de los montañeros. El montañismo popular defiende la ´conquista´ de las cumbres más altas y difíciles, adaptándolas fraudulentamente de manera que se vean limitadas por el mismo compromiso que representa una ascensión de media montaña e incluso la misma sencillez que requiere un recorrido senderista costero. Es decir, propugna un concepto de montañismo enlatado, sometiendo esta actividad al mismo vuelo domesticado que se vende en Fuente Dé como espectáculo. El montañismo popular no ´hace actividad´, sino que se engaña a sí mismo a costa de los valores que dice defender o que, al menos, definen la esencia de su actividad.

 
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