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Rutas por los Picos de Europa

Imágenes de una vida en la montaña (en construcción)*

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Potes

_Mientras los charcos reflejan los árboles ornamentales de Potes, un libro de un escaparate de una librería cualquiera ofrece como reclamo una foto de La Viorna, en que ésta se manifiesta en toda su plenitud (foto ampliación).
  Los viejos y tostados alcornoques, renacidos del fuego, elevan sus copas para sobresalir de la línea marcada por la cimera de La Viorna.
  La belleza del primer plano sirve de excusa para no fijar la atención en el voluminoso monte que hace de inmensa pantalla. Mas al final la enorme cruz que se perfila en sus nubes reclama nuestra atención. Habrá que remontar las cuestas de La Viorna para descubrir los misterios de esta montaña y la vía para encontrar el lugar eremítico de oración del antiguo monje lebaniego.
Potes

_Sentados en un banco, al lado de la iglesia parroquial de Potes, y al lado, asimismo, del panel que muestra el mapa de Liébana, con sus rutas y senderos, se ojea un libro que ofrezca información sobre el conjunto del Monte La Viorna.
  Pueblos, ríos, pistas, senderos, cortafuegos...; todo un laberinto de caminos para perderse en esta modesta montaña. Tiene buena pinta el trasero oculto de La Viorna. Valmeo, Maredes, pueblos de Vega de Liébana que no se pueden dejar de conocer.
  Mientras las nubes se mezclan con las hojas de los bosques de La cordillera, el caminante parte de Potes, remontando la cuenca del río Quiviesa (foto ampliación). Lo cierto es que hay un camino que enlaza las vegas de su margen izquierda; mas, y sin que sirva de precedente, no es malo decantarse por la carretera principal, la carretera del Puerto San Glorio o N-621. Esta alternativa permite parar en la destilería que está a la salida de Potes o, algo más adelante, se encontraba la destilería de Los Camachos, al lado de esta carretera. Creo que sigue ofreciendo tan buenos ´caldos´ de sus viñedos de Tudes y Porcieda. Pasan los tiempos y se suceden las generaciones, por eso conviene recordar viejas rutas y paisanajes.
  Además, Valmeo se encuentra a dos kilómetros de Potes, en la corta frontera entre este municipio neurálgico de La Liébana y Vega de Liébana, regente de las cuencas fluviales del techo de la Cordillera Cantábrica: Peña Prieta.
Valmeo

_La carretera no corretea con el río Quiviesa, que pausa su muerte entre las vegas del pequeño fondo de valle que hermana Potes de su vecina Vega de Liébana. Su lento arroyar discurre entre los pliegues del Alcornocal de Tolives y los pinos de los bajíos de La Viorna.
  Valmeo se deja querer. Oculto en un recodo ceñido del valle, quiere escapar a la mirada altiva del Cueto Arabedes (foto ampliación). Quizás se esconden peor las contadas casas de sus barrios vertebrados por la carretera de San Glorio.
  El caminante debe abandonar este buen asfalto para pasar a la otra margen del río, donde llega el camino real procedente de Potes. Aquí se abre la puerta al barrio de La Iglesia.
  Este barrio principal de Valmeo acoge a su iglesia parroquial, mangada en un altozano como regente del territorio. Su bella estampa se deja observar desde pocos lugares. Muestra con dificultad sus atractivos entre los alcornoques y madroños del Alcornocal de Tolives, antes de que se retire el sol de mediodía y vuelva a sumirse en la penumbra.
  El barrio de La Iglesia queda hundido bajo el desfiladero del río Retumbia, afluente por la izquierda del río Quiviesa. El desfiladero trepa hasta Maredes, cuyas casas se abren al final de este prieto barranco, en el límite de la nieve (foto pequeña del apartado).
Desfiladero del río Retumbia

_El barrio de La Iglesia se encuentra en la margen izquierda del río Quiviesa. Por sus calles atraviesa el arroyo del Retumbia, que presenta una línea de desfiladero con altos y espigados árboles de ribera.
  Hablan de un antiguo camino real que comunicaba la villa de Potes con el pueblo de Maredes, en las laderas meridionales de La Viorna. Desde el empozado barrio de Valmeo apenas se alcanza a ver una oscura quebrada de prietos cortes.
  Comentan en el pueblo que han señalizado una ruta por las cascadas de Retumbia. Si antes había camino real a Maredes y ahora está señalizado hasta las cascadas, quiere decir que pueden quedar restos de la antigua calzada a Maredes y, posiblemente, siga existiendo esa comunicación, aunque sólo usada por pastores para pasto de sus rebaños o por simples montañeros.
Barrio de La Iglesia (Valmeo)

_Caleyando por Valmeo, pueblo de casas y tenadas de piedra, cuando no de adobe, unas cuidadas y arregladas, otras viendo pasar el tiempo, se llega al bebedero. Al lado un puente para cruzar a las casas del otro lado. Mas es ese puente quien al andante indica la presencia del arroyo buscado.
  Una pista de callejuela remonta a contra rabión por un pasillo marcado por el muro de contención de un prado. Pensando en el arroyo se ha quedado en el olvido la idea de visitar la iglesia, que -no resentida- muestra su ´altozana´ silueta a aquel curioso que echa la vista atrás al despedirse de Valmeo, del barrio de La Iglesia.
Valmeo

_Tras el descuidado fondo de Valmeo, en parte entorpecida por los desnudos árboles de ribera, se intuye la brecha del Desfiladero del río Retumbia.
  Se apaga el breve recorrido por este barrio de Valmeo, con el murmullo casi insonoro de este arroyuelo. Un desapercibido puente salva el cauce de este bravío y canalizado afluente.
  Aún con la compañía de este trastero del Valmeo, se pregunta la mente cómo afrontar el paso por aquellas intuidas cortadas. Aunque pronto se distrae, pues nota un cambio en su memoria, un ´déjà vu´ alterado.
  La foto ampliada deja patente que este rincón de Valmeo no ha sido olvidado del todo, una buena reforma de las barandillas regala una mayor sensación de seguridad.
Encinar

_En el trasero de Valmeo la pista se bifurca. La idea es tomar la pista que busca la compañía del río; mas unas tiras de colores amarradas a un buen ejemplar de castaño mueven a nuestra curiosidad natural. No se pierde nada por apartarse del río y remontar por el otro ramal de pista. Estos pequeños metros de diferencia permiten descubrir la bolera de Valmeo, que -de haber continuado por la línea del río- habría pasado desapercibida.
  El tramo de pista es corto, su destino se guarda para sí misma, pues una pisada senda se cuela por una oscura mancha de encinar. Sin haber superado en altura las copas de los árboles de ribera, algún claro del tupido encinar deja efectuar una rápida despedida de Valmeo (foto
ampliación).
  En las laderas boscosas que se extienden por la margen derecha del río Quiviesa, destaca el solitario oasis del Invernal de Tolives (Tolibes), perdido en el vasto alcornocal del que recibe su nombre.
  El encinar que cubre nuestra senda regala alguna sorpresa embriagadora. Unas bolitas coloradas, muchas aplastadas por las viejas huellas, se acumulan en algunas partes del sendero. Sólo con alzar la vista, centrada en buscar el mejor apoyo para el pie, se descubre el secreto (foto pequeña de este apartado).  Entre las encinas crece un puñado de dispersos madroños, que en esta época están cargados de frutos (5 de enero). En ocasiones, por no levantar la vista del suelo, alguno puede comérselos en el sentido figurado del término.
Desfiladero de Retumbia

_El sendero asciende con prisas por el oscuro encinar. La abertura de alguna ventana forestal permite la entrada de algo de luz. La ladera de la margen izquierda del río Retumbia, más solana, apunta otro tipo de arbolado, aunque también de corte mediterráneo (foto pequeña).
  La vereda llega a tocar los desplomes del Desfiladero del Retumbia que se apuntaban desde el pueblo. Mas no son las peñas quienes reclaman protagonismo, sino una mancha de buenos castaños en claro contraste con el encinar que se ha venido recorriendo (foto grande, un ejemplar joven de castaño, al abrigo de la peña).
desfiladero del río Retumbia

_Siguen las bandas bicolores colgando de los árboles, cual banderas de oración de otras culturas, para indicar un sendero que ya se orienta por sí mismo (foto grande).
  Los castaños hincan sus raíces en la pronunciada ladera por la que se precipita el arroyo. Se inició el camino apartándose de su curso y ahora sorprende al caminante con su bravía erosiva. Al final, fue el río quien vino a salpicar al peregrino (foto pequeña).
  Pero el sendero se torna , desde aquí, áspero como el torrente. Laderas argayadas y desbocadas, peñas que se comen la vereda, árboles caídos y el continuo juego del arroyo y el sendero. Se disfruta con la vereda, pero no se reconoce el viejo camino real hasta Maredes.
  Quizá sea hora de mirar por el escaso claro del desfiladero la altura ganada y sopesar si se está a tiempo de dar la vuelta, desandando el camino recorrido.
  Fotos siguientes, un par de detalles del sendero y la ventana abierta del desfiladero desde la que alcanza a verse el pueblo de Tudes y el Pico Rayal, con antenas, sobre el pueblo, en la sierra que separa Vega de Liébana de Cabezón de Liébana.
Río Retumbia
Río Retumbia
Pueblo de Tudes desde el Desfiladero del río Retumbia
Río Retumbia

_Vuelta al punto de partida, en la bolera de Valmeo. Toca probar con la otra pista que sale del barrio de La Iglesia remontando el río Retumbia.
  Camina unos metros a contracorriente del río. El arroyo baja crecido, pues asiste a su inminente final en su mecer al Quiviesa. La pista moja sus bajos para cruzarlo y, en apariencia, desentenderse de su curso (foto pequeña).
  Precede nuestros pasos otro caminante. Sorprende cómo pudo vadear el río sin mojarse. Quizás sí se haya encontrado el camino real buscado. Esta pista es bastante utilizada, al menos por los vecinos, pues -a un lado- cuenta con un pequeño y funcional puente (foto grande).
Monte La Viorna

_Como en el anterior intento, la pista no tarda en morir. Se detiene a las puertas de un buen prado que, por a alameda de los árboles de ribera en que se tumba, debe desaguar en el río Retumbia (foto grande).
  Por las laderas de la solana de estos faldones de La Viorna prolifera el bosque mediterráneo, pero de tono más claro que el tupido encinar antes recorrido. De momento baste con orientar el camino a recorrer.
  Los contrafuertes de La Viorna descienden hacia un picacho tupido, bajo cuyos riscos parecen colarse los rompientes del Retumbia. La enorme mancha forestal hace de barrera a nuestro caminar.
  La pista agota su función, mas deja paso a un camino que continúa su lineal recorrido al lado de la muria prieta del prado.
  ¿Se trata del camino buscado? ¿Se perderá en el monte o volverá a la reconciliación con las aguas del Retumbia? ¿Será acercamiento para la cimera de La Viorna y se habrá perdido la antigua comunicación con Maredes?
Camino real


  La senda tiene el aspecto propio de los llamados caminos reales, vías troncales de comunicación de pueblos y puertos. En tramos conserva las losas a modo de caminos romanos.
  Su trazado, en desiguales zigzag, queda reducido a un pasillo ceñido al albur forestal. Mas no se cuela el camino en un tupido bosque, sino que la maraña de foresta no rebasa la categoría arbustiva. Más que un túnel vegetal que no deja ver el sol, la naturaleza ha formando un seto natural para lindar el camino con su área forestal.
  Si en el paso por el umbrío encinar sorprendió algún ejemplar aislado de madroño, en esta solana este arbusto es el protagonista principal. Ni siquiera se han andado los primeros pasos por esta calzada arbustiva y ya tiñen los borrachinos de rojo el camino.
Camino real

_El camino real gana altura por las faldas inferiores del Monte La Viorna, que rompen la ceñidura del Desfiladero del Río Retumbia.
  De frente se observan los cortados prietos de esa cuenca bravía, bajo los que se cuela el sendero antes recorrido, bosque de encinas donde sorprendía una mancha de castaños (fotos grande y pequeña de este apartado).
Jaro

_Con la altura ganada, el seto arbustivo deja alguna ventana por donde poder disfrutar de la pequeña panorámica que ofrece esta abertura de solana del desfiladero.
  Destaca la cumbre del Jaro, en el cordal que separa Vega de Liébana del Valle de Valdeprado, y la Sierra de Campo Largo.
  Apenas se aprecian las casas del barrio alto de Tollo, que comparte carretera con el más conocido pueblo de Tudes.
  Foto grande: topónimos.
Tudes

_Las nieblas tapan lo cimero de la sierra. Con todo, el día borrascoso aún deja observar, sin mayor detalle, el pueblo de Tudes. Manchas de prado pugnan entre los tupidos bosques de encinas, pinos y alcornoques.
  Abajo en el valle, en la margen derecha del río Quiviesa, se descubre otro barrio de Valmeo. En éste se encuentra la ermita de San Andrés. También tiene comunicación con Tudes, por un antiguo camino ahora señalizado para el turismo (foto grande).
Borrachinos

_Todo este tramo del recorrido está plagado de madroños. Al fruto lo llaman borrachinos o borrachinas porque, tomando muchos, tienen los mismos efectos que una borrachera.
  En las siguientes imágenes se muestran sus flores y frutos.
Madroño
madroño
Enebro

_Aparte de madroños, se descubre algún pequeño enebro, también en época de recolección.
  Los enebros de este rincón se presentan como arbustos mezclados entre los madroños. En otras zonas de Liébana aparecen como bonsáis individualizados o, en otras zonas, como matorral rastrero. Pero, cerca de Viñón, en Cillorigo de Liébana, resiste un enebro centenario con forma de árbol.
Camino real

_Las revueltas por el madroñal han ido apartando la senda de la línea del río, acercándose al plegamiento de La Viorna que delimita la cuenca del Retumbia por esta mano.
  Pero en esta tendencia a escorarse de la línea torrencial se tropieza el camino procedente de Potes, quizás otro camino real que sube directo a Maredes. A partir de este cruce, esta unión de viejas comunicaciones peatonales faldea directa a retomar el lecho de la cuenca fluvial.
  De momento la tónica se mantiene sin mayor variación, un pasillo sin final de ricos frutos; mas se acerca a los prietos contrafuertes de La Viorna, en concreto al ´cuerno´ que, desde las afueras de Valmeo, parecía señalar la ceñidura del desfiladero.
Desfiladero del Retumbia

_El sutil descenso del camino apunta al retorno al lecho del río. No hay mejor indicio de esta conjetura que los desnudos árboles de ribera que se observan unos metros más adelante (foto del apartado).
  La desnudez de estos árboles caducifolios contrasta con la entereza ornamental de madroños y encinas, que relucen sus galas todo el año.
  Se oyen voces por el bosque, quizás de gente que haya atajado por el sendero del encinar. Ambas rutas tienen el mismo ´cuerno´ pétreo como referencia (foto grande oculta).
Desfiladero del Río Retumbia

_Ambas sendas confluyen en una recogida vega, donde un grupo de alisos refrescan sus raíces en las gélidas aguas del arroyo Retumbia.
  Aquí se confirma la sensación de que el camino se interna en un desfiladero sin escape. Dejado atrás el camino que vuelve a Potes por Sobreiglesias, este pequeño y alargado vergel de vega semeja un callejón sin salida. Sólo echando la vista atrás queda una ligera ventana que deja ver, de modo parcial, la Sierra de Peña Sagra, sobresaliendo entre la Sierra de Valmayor (foto grande).
Río Retumbia

_La vereda acompasa el tintinar del arroyo, con la caja de resonancia de las peñas del desfiladero, que, ahora sí, comprimen su cauce por ambos costados.
  Unos somieres comidos por el óxido hacen de puerta del desfiladero, aprovechando la roca por la que se cuela el río y la colorida y abuhardillada peña de los primeros cantiles de La Viorna. Por suerte, aún no se está en temporada de pastos, y dicha ´puerta´ descansa tumbada, dormitando gracias al susurro húmedo del Retumbia.
cascadas de Retumbia

_El arroyo salta contando al caminante su escabroso recorrido. Pero, con el zumbido de su chapotear y brincar, apenas se oyen sus andanzas.
  La vista se fija sólo en el sendero, que, en otro tiempo, hubo de tener mayor ancho, como indica la hierba que hace de margen del mismo.
  Mas el río insiste. Su voz se hace más intensa. Quizás por su cauce pasaran multitud de viajeros, sin embargo su rugido habla de una naturaleza más agreste, que se apunta al final de este bello paseo (foto grande).
Cascadas de Retumbia

_Una pared, medio escondida entre la vegetación, corta la suavidad del camino. Aunque el río pretende salvar el escollo intentando escorarse hacia la derecha, no lo logra, y termina precipitándose entre las plantas trepadoras.
  Esta es la idea que se tiene desde esta posición al pie de la peña, pues El Retumbia salta por el costado izquierdo del desfiladero, perdiendo su lineal trazado. El arroyo enseña una de las bellezas de su breve cuenca, en lo que viene en llamarse ´las cascadas del Retumbia´. Seguro que ha propiciado altos igual de hermosos en el tramo de río recorrido, pero la vegetación y los quiebros del sendero más directo pueden hacer que los guarde el río para su recuerdo.
  El río escancia, comprimido por la boca de la peña, rompiendo las moléculas de agua sobre un pozo entre cristalino y espumoso. No se trata de una cascada de gran altura ni de destacada amplitud, mas ruge en un rincón fresco y acogedor.
  La presencia de una persona puede dar una ligera idea de su altura (foto pequeña). La foto grande muestra la naturaleza en toda su soledad.
Desfiladero del Retumbia

_El sendero se revuelve entre la sombría y empinada esquina del otro costado de la cascada, una pequeña barba vegetal de los derrubios de la peña que la cerca (foto pequeña).
  A la misma altura de lo alto de la cascada, pero en el lado contrario de la estrechez, el sendero, sin otra salida, talla una travesía de parte a parte de la peña que ciega el lecho del desfiladero.
  ¿Hubo por aquí un camino real? De momento sólo se observan un par de peñascos que interrumpen el sendero. El musgo y la humedad obligan a extremar las precauciones, pues el tramo de vereda argaya en salto sobre la peña; un corto tramo de primer grado (Iº) que invita a manchar las manos en los tapinos vegetales que hacen de presa.
  Los escasos metros restantes de la travesía están protegidos por unos travesaños de madera que dan más miedo que el salto que separa al caminante del pozo de la cascada (foto grande).
Desfiladero del Retumbia

_Pasada la travesía, en el recodo que devuelve el sendero a la cuenca del Retumbia, se echa una vista atrás para asombrarse, de nuevo, con el ´cuerno´ de referencia en esta parte inferior del desfiladero (foto pequeña).
  Otra vez al compás del río, con las cabras engoladas en las peñas de sus flancos, mana la fuente donde refrescarse. El hecho de brotar en la orilla opuesta invita a pasar de largo, pues el rústico ´puente´ para salvar el cauce del río hace pensar que, en realidad, no se tiene tanta sed (foto grande).
Desfiladero del Retumbia

_El sendero pasea en la compañía del arroyo, cuando no lo cruza o se aparta por sus lúgubres laderas de musgo y encinas.
  Apenas se notan el par de vadeos del arroyo, pues su caudal carece de volumen, cuando no desaparece bajo la tierra del fondo de su lecho (foto pequeña del apartado).
  La foto grande y las dos siguientes muestran rincones de este empozado desfiladero.
Desfiladero del Retumbia
Desfiladero del Retumbia
Porcieda desde el Desfiladero del Retumbia

_A veces el sendero se empina, recuperando la altura que pierde en los frescos paseos de alameda o encinar.
  Sin darse cuenta la cuenca del río Quiviesa ya es historia, y el rincón con que sorprendió la primera cascada del Retumbia se pierde en los recodos bajeros del desfiladero.
  Una ventana abierta en estos cantos que comprimen el curso del arroyo permiten disfrutar de las pocas postales que ofrecen las foces del Retumbia. Por una casualidad llegan a verse las casas e invernales del pueblo abandonado de Porcieda (pajar del pueblo de Tudes) y sus prados, que regentan el valle presidido por el Collado Porcieda, paso al municipio de Cabezón de Liébana.
  Cutiales, Mediajo (con vértice geodésico) y el Pico Rayal, con las antenas sitas sobre el, en este paraje, oculto Tudes, son las cimas de este trozo de sierra lindante de valles troncales de Liébana (toponimia en la foto grande).
Camino real

_El paso del tiempo borra los vestigios de nuestro pasado. El desbroce del sendero para recuperar el uso turístico de esta antigua comunicación ha sacado a la luz un recuerdo de épocas no tan pretéritas. Las losas trabajadas de la imagen hablan de los muros de contención del viejo camino real (foto del apartado).
  Las zonas selváticas o la baja montaña atlántica pugnan con el hombre para ganar territorio. La vida vegetal es constante en su lucha, pero el hombre es moldeable, inconstante y vive el momento. Al final la naturaleza siempre se impone. El camino real pasó a mejor vida, ahora un sendero turístico está de moda (foto grande), pero la pugna con la selva no se gana con el paso de cuatro ociosos, y el Retumbia volverá a ganar la batalla.
  El hombre pierde territorio, mas recupera la pureza del aire, de la que son indicio los líquenes de la foto siguiente.
Desfiladero del Retumbia
Cascadas del Retumbia

_En otro de los cantiles del desfiladero, donde el camino real pierde el pulso con el paso del tiempo, y han de volver a echarse las manos a la húmeda peña, sorprende la otra cascada destacada del Retumbia (foto pequeña).
  En esta ocasión el salto de agua queda apartado del camino. El corto paseo hasta la cascada no siempre resulta compensado, a veces de este rincón sólo quedan restos de su humedad selvática y los vestigios de este canalón de desagüe del Retumbia (foto ampliada).
  El río Retumbia nace en la Sierra Bora, pero presenta dos ramales que bajan paralelos hasta este intermitente salto. El sendero prosigue camino por toda la cuenca de la riega de Maredes, que poco más que conserva su cuenca, pues raro es encontrar restos de su fluir.
  En todo caso se continúa por el desfiladero buscando recodos o rincones para el recuerdo.
Cuenca de la riega Maredes

_Continúa la vereda por la cuenca reseca de la riega de Maredes, vestigios de un pretérito curso de agua.
  El lecho de la cuenca se apodera de una vereda desconcertante. Unas veces sucumbe al empuje del entorno que la envuelve (foto ampliación); otras talla unos talla unos escalones, con la sujeción de troncos muertos (foto pequeña), que en nada dicen con el viejo y moribundo camino real.
  En las dos siguientes fotos se plasman otros rincones de la estrechura, con sus cauces selváticos y puntiagudos cantiles.
Cuenca de la riega Maredes
Cuenca de la riega Maredes
Desfiladero de la riega de Maredes

_El sendero escapa por el costado del desfiladero, en las laderas meridionales de La Viorna, donde, ya en los últimos suspiros de la ceñidura, entran los cálidos rayos del sol.
  Siempre se abre alguna ventana entre la foresta, dejando la vista libre para otear la lejanía. En la foto ampliada se proyectan distintos planos, con el horizonte final en el Pico Rayal, presidiendo el pueblo de Tudes (una postal más abierta de la del apartado anterior).
Riega de Maredes

_Nuevo paso de la solana (foto ampliada) a la umbría (foto pequeña del apartado). Mas es un tránsito efímero, pues salta la riega de Maredes en los retazos del desfiladero, cuando éste ya se abre al valle de prados de Maredes.
  Precisamente es en estos bajíos de muria de su era donde se salta del sol a la penumbra, pero con las chimeneas de Maredes mostrando el olor de sus guisos.
  En la foto siguiente se muestra una panorámica del doble desfiladero, con los consiguientes topónimos en la ampliación.
Riega de Maredes
Maredes

_Acompañando la muria que cierra esta vaguada de prados de Maredes muere el camino en una revuelta de la cegada carretera del pueblo. En este punto dobla el asfalto el canto de pequeña sierra que separa las cuencas de los finos arroyos de Maredes y de Retumbia.
  En un escaso resalte del canto de esta sierruca, unos metros por encima del cruce con la carretera, se esconde una pequeña ermita.
  La carretera enfoca directa a las casas de Maredes, haciendo de linde de sus prados (foto ampliación, pulsad sobre la foto pequeña de este apartado).
Ermita de Santa Magdalena

_En el último tramo de la carretera que muere en Maredes, sale, a contramano, una pista que invita a visitar la ermita antes mencionada.
  Restos de un panel explicativo dan unas pinceladas sobre esta esquiva construcción; aunque no se aprecian bien los detalles (foto pequeña), pues estos paneles informativos sólo están decentes el día de la inauguración. Bien sea por el paso del tiempo acompañado por la desidia pública, bien sea por la afición de los españoles a destrozar los bienes públicos, al final únicamente quedan las bibliotecas para proteger la cultura del olvido.
  Mirando con detenimiento se pueden sacar unas líneas de este viejo panel: ´Ermita de La Magdalena. Es un edificio de planta rectangular, de una sola nave, con el ábside cuadrado y algo más estrecho. Los muros son de mampostería, con algunos sillares en los esquinales. La cubierta es de madera, tanto en la nave como en el ábside, y el arco triunfal es de medio punto. Es una construcción popular, de los siglos XVI-XVII´.
Maredes

_Los árboles de ribera entorpecen la vista de las casas de Maredes, pero son indicio claro del esquivo arroyo que, en su cuenca alta, riega los prados que alimentan al pueblo (foto pequeña).
  Antes de adentrarse en Maredes y buscar la senda que conduce a La Viorna, apetece dar una vuelta por este valle de siega. La carretera muere en el frontal de Maredes, mas continúa su trazado, tocando de forma tangencial este núcleo rural, en forma de pista agrícola o ganadera (foto ampliación).
Prados de Maredes

_La pista se pega al talud del monte evitando perder ni un tapín del necesario pasto de Maredes. Llama la atención la vieja empalizada que separa los prados de la pista. Quizás sea su antigüedad ese matiz que reclama nuestra mirada, acostumbrada ésta a las alambradas de pinchos, postes ferroviarios o el uso de somieres a modo de portilla. Sea como fuere, este cierre tiene algo de especial.
  Y, cuando se une esta especial empalizada con la curiosa división de los prados, este corto tramo de pista adquiere la categoría de rincón singular.
  Mas el tiempo, como magnitud física o meteorológica, va haciendo mella en este enclave que parece sacado del pasado.
  Véanse las fotos, pequeña o ampliación, de este apartado o los dos siguientes.
Era de Maredes
Era de Maredes
Era de Maredes

_Enfrascado el caminante en las peculiaridades de tan especial rincón, sin descuidar las flores que se salen al paso, no se apercibe de haber dejado detrás el Monte de La Viorna.
  Desde esta posición se percibe la presencia del punto más elevado de esta sierra, el Alto de San Martín.
  También quiere apreciarse el trazado de una pista que se revuelve por sus laderas, casi a un palmo de su cima (foto ampliación).
  Aún es pronto, y el curioso caminante quiere profundizar un poco más en las peculiaridades de este entorno de Maredes.
Río Retumbia

_En una encrucijada de pistas, donde se pierde contacto visual con la llamativa vaguada de prados de Maredes, se descubre una mancha de era apartada que tumba sobre la cuenca de un intuido arroyo. Sin darse uno cuenta, se ha recuperado el breve contacto con la cuenca alta de la riega que alimenta las cascadas de Retumbia, nacida bosque arriba en la Sierra Bora.
  Los nutrientes del arroyo alimentan una gran variedad de árboles que forman un conjunto cromático de singular belleza (fotos pequeña, ampliación y la del siguiente apartado). La riqueza botánica se completa con los líquenes regados por la humedad del Retumbia y que otorgan un aire fantasmagórico a este rincón de Maredes.
Arroyo Retumbia
Prados de Maredes

_Tras ese corto respiro sobre la fresca umbría del desconocido arroyo, la pista troncal remonta directa hacia esos bosques nacientes del Retumbia.
  Mas nuestro objetivo no es coronar el collado próximo cuyos senderos tumban a la cuenca del Deva, en Camaleño, o seguir la pista en busca de conjuntos megalíticos o viejas minas romanas en el Pico Jano (vértice geodésico de 1446 metros de altura sobre el nivel del mar). Se busca el lugar en el que un monje arrojó su cayada para que la providencia le indicara su morada, y ese lugar tiene que estar en el Monte La Viorna.
  Sí se sigue la pista los primeros embates del repecho, porque una pista se ha visto por las laderas de La Viorna. Y aunque la pista no parece muy apropiada para seguir los pasos de un monje de muchos siglos atrás, sí vale para reconocer someramente el entorno de Maredes.
  Un pequeño ramal de esa pista troncal devuelve al caminante a los prados de siega de Maredes. Las albas vacas pastan en esta cabecera de prados de siega (fotos pequeña y ampliación). La altura ganada desde el pueblo, pues se rebasa la altura del cotero que separa las riegas del Retumbia y de Maredes, permite gozar de una panorámica algo más amplia de este rincón de La Liébana, con la omnipresente Sierra de Peña Sagra como colofón.
Riega de Maredes

_La vegetación de llamarga que linda con este recodo de pista secundaria que se arquea por la cabecera de los prados de Maredes no es más que la constatación de una riega, llamada de Maredes, que es más era que arroyo. Su nacimiento coincide con la muerte de los prados de Maredes, que se ciñen cuesta arriba, como el lecho verde de un río, entre el acoso forestal, sin llegar a coronar el filo de la sierra linde de Camaleño (foto pequeña).
  Siguiendo un poco más por la pista, que casi toca este filo de sierra -por la vertiente de Maredes - ya se enfoca la calva del Alto de San Martín, techo de La Viorna (foto ampliación).
  Restos de una vereda directa a la cima parecen destacarse entre el matorral. Los árboles tapan la revuelta de la pista que se apreciaba desde los prados de Maredes.
Pista La Viorna

_La pista apenas presenta un ramal, sin lugar a equívoco, que se pierde en las faldas forestales de La Viorna.
  Según se ganan metros baja la temperatura, apareciendo los primeros retales de nieve (foto pequeña). La niebla se cuela entre los rebollos, tipo de roble cuyas hojas permanecen en los árboles todo el invierno, y que apunta al clima mediterráneo y a los suelos pobres.
  Mientras, allá abajo, el sol calienta los tejados de Maredes, con la ermita apartada en un alto, sobre el recodo de la carretera (foto ampliación). Son los elementos quienes recomiendan dar por finalizado este paseo por el entorno de Maredes.
Pista de La Viorna

_Un haz del cálido sol alumbra el descenso al pueblo. La niebla sigue metida por los bosques de estas sierras limítrofes entre Vega de Liébana y Camaleño, dándoles una sensación de mayor grandeza y extensión (foto ampliación).

 
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