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Rutas por los Picos de Europa

Cuetu Agudos (Macizo Occidental)

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Canal de MesonesSe atraviesa Caín de Arriba en llano, sin perder la dirección que se traía a la entrada del pueblo. Un pisado sendero traza su rastro en las praderías. Dobla los pequeños cantos en que se recogen estas reducidas planicies aterrazadas. Tras cada recodo va formándose una imprecisa idea de las dimensiones de la Canal de Mesones, que ante nuestros ojos empieza a  desnudar una ínfima parte de su grandiosidad.
  Sus bajíos forman un cegado circo, delimitado por desplomados farallones, umbríos embudos de húmeda inexpugnabilidad y peñones calcáreos por cuyos flancos arroyan torrentes cortados que dan forma a hilillos de incipientes cascadas.
  La Torre de los Cabritos es la cumbre dominadora de las profundidades de Mesones. Su altiva cima se asienta sobre una vira diagonal que pende, en delicado equilibrio, sobre un abismal murallón que cierra el circo de Mesones. Estos farallones tumban hacia el embudo que ciega la meseta superior de Mesones. Por los paredones de su derecha (sentido ascendente de la marcha) se cuela el doble sedo que da acceso a la majada.
  Por el Norte, el muro que delimita el circo bajero de Mesones encuentra continuidad. Parés, peñas, cuetos y vallejas, no son sino contrafuertes de un complejo laberinto de cuestas, traviesas, pandas, canales y, digamos, majadas, que vertebran las caídas sureñas de Peña Blanca.
  El menos escarpado talud que cierra esta hondonada por el Sur, es el rompiente de las vastas laderas del Monte Cardeda. Pindias pandas a las que se aferra un tupido manto de hayedo, que ve cediendo ante las más sombrías faldas de Los Cabritos. Los puntiagudos cantos que culminan el monte ocultan la cima del Cuetu Agudos, que sólo despunta un efímero instante en nuestro andar hacia el mundo de Mesones.


JooCaín nació en las profundidades del infierno, para extraer la vida de los recónditos retales de pasto que la sabia naturaleza había robado a los abismos calcáreos de Cerredo y Peña Santa. La pujanza del sector turístico y el creciente éxodo al mundo urbano, marca el progresivo declive de una economía de subsistecia que había visto cómo sus duras condiciones de vida se encontraban ancladas en la España medieval. Los vecinos de las zonas rurales toman conciencia del corte traumático que existía entre la vida urbana y el agonizar del ámbito rural. Prisioneros de sus raíces, rompen las cadenas para integrarse en un progreso que los margina. Un ansia irrefrenable de alcanzar una abstracta calidad de vida que parecen traslucir los ociosos extraños que fueron cayendo por este rincón del olvido.
  Los cainejos subsistieron con sus huertas y con los rebaños que llevaban a pastar a los más intrincados lugares de la montaña cantábrica. Vacas, cabras y ovejas se repartían por los más minúsculos vestigios de vida que ofrecía la desnuda montaña. La agreste orografía de Caín no era idónea para aquéllas. Sin embargo, en las grandes canales de los macizos Central y Occidental, los más accesibles pasos hoy se referencian como ´camino de las vacas´. Menos torpes, las ovejas también cuentan con sus pasos. Así tenemos el Camino de las Ovejas entre las canales de Moeño y Dobresengros. Veredas que también están condenadas a pervivir como simple tradición oral que refleja un pasado tan cercano en el tiempo como distante en el recuerdo. La irreconcialiable tensión entre lobos y pastores se recrudece. El declive del pastoreo tradicional, la mayor concienciación proteccionista y la adaptabilidad de este cánido, parece estar decantando el pulso a su favor. Los vecinos no se atreven a soltar en el monte unos rebaños diezmados regularmente por las correrías de estos carnívoros. Enconado conflicto de intereses con pocos visos de solución. Las cabras, mejor adaptadas a la vida en la peña, prometen ser los únicos supervivientes del Caín del XIX.
  Quedan igualmente cuatro burros, dicen que en peligro de extinción. El progreso y las modernas comunicaciones han ido debilitando la efectividad de estos sufridos cuadrúpedos, tan necesarios en el Valdeón que conocieron Saint-Saud y Labrouche. En uno de los enclaves más privilegiados del Cornión, en el entorno de Peña Santa, han dejado sin embargo estos humildes porteadores su huella, contando, para no ser menos, con su propio camino, el Camino de los Burros.


Joo y Cuesta DujaLindando con las praderías de Caín de Arriba, el Joo es una vasta cubeta ascendente que recoge las torrenteras que se descuelgan por los peñascos circundantes de estos cegados bajíos de Mesones. Una vieja muria, ineficaz contención de una de las resecas torrenteras del Joo, es la puerta de entrada a la hondonada. Sus piedras manchadas por el incesante paso de hombres y animales, permiten seguir el rastro del camino que se adentra en el Joo.
  Asciende pausadamente por un manto torpe de pradera, aromatizada con los penetrantes olores del té y del orégano. Por el cobijado costado recogido al pie del inclinado Monte Cardeda se extiende un manto de pequeños nogales, una aparente plantación de retoños de blanco tronco. Las riegas que se escurren por las inclinadas faldas del entorno se precipitan entre los peñascos circundantes, dando forma a pequeños saltos que, con el deshielo o las fuertes lluvias, adquieren la categoría de cascadas.
  Bajo el rompiente de una de estas cascadas dobla nuestro camino. Atrás ha quedado la -en apariencia- planicie del Joo. Despunta la mañana y las gruesas nubes que se aferran al Central se van rompiendo con desesperante desgana. El deslizante pastizal de Cuesta Duja, sostenido en inestable equilibrio por una doble franja de arbolado, a duras penas se mantiene sobre los desplomados ojos de la Canal de Recidroño. Vasta plancha de pindio pasto que irrumpe en un universo eminentemente calcáreo, donde empiezan a despuntar los Cuetos del Trave y los Picos de Dobresengos.
  Humedecidos por el rompiente de la cascada, doblamos un pequeño canto y tropezamos con la Fuente El Cuciao. Llama a un reposo este solitario bebedero, que anuncia el desvío hacia las inclinadas faldas herbosas de Cardeda.


 
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