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Rutas por los Picos de Europa

Imágenes de una vida en la montaña (XXVII)*

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Tres Mares

Mi amiga es una gota vieja. Ha dado varias vueltas al mundo, incluso estuvo en la estación espacial, acompañando a los astronautas.
  Hacía un par de siglos que no visitaba estas costas cantábricas. Ahora quería compartir conmigo este nuevo viaje.
  Había una montaña que quería visitar. Montañas más hermosas las hay en España; no obstante, se empeñó en llevarme a aquélla, pues podría ser interesante para mí.
  Bajó en forma de copo de nieve, para evitar la prisa de la corriente agua. Con suavidad se depositó en un nevero, al lado de su querido Pico Tres Mares (fotos miniatura y ampliación).
  Intentó explicarme el por qué de su decisión. Sólo se valió de un panel que vió en el descenso, y que algún gamberro se encargó de estropear.
Pico Tresmares

En principio nos gustó el lugar. Neveros en las altas cumbres del circo y flores en el matorrales que apuntan la primavera (foto ampliación).
  Poco a poco nos fuimos fijando en otros detalles, y nuestro semblante cambió.
  Habían pasado muchos años desde la última estancia de mi gota en las faldas del Pico Tresmares, y descubrió el entorno totalmente cambiado.
Pico Tremares

No se trata de una simple cruz, podemos borrarla con un programa de ordenador o sacando la foto detás de la cruz (foto ampliación). Tampoco se trata de las antenas (serán necesarias) y, si me apuráis, ni me fijo en el mirador que hicieron en la cumbre. El descalabro va más allá.
  La pequeña gota estaba atónita. La mesa de Peña Labra parecía conservar su antigua esencia, los lejanos Picos de Europa seguían siendo bellos (quizá por esa lejanía). Pero, ¿qué se veía ladera abajo?
Estación de esquí de Alto Campoó

¿Qué se veía desde la cumbre?
El viejo pastizal donde fluía de niña mi vieja gota, se había transformado en una cosa horrenda. Ahora me tocaba a mí explicarle qué estaba viendo: los apartamentos y cafeterías levantados sobre la antigua braña son las nuevas cabañas del progreso. Los postes con las sillas desenganchadas, carreteras y pistas que casi tocan la misma cumbre del Tresmares, forman parte de una estación de esquí para pasarlo bien en invierno.
  La flora trata de recuperar terreno en las estaciones favorables (foto miniatura) y a mí me han salido las canas por la impresión (foto ampliación).
Collao del Chivo

Di una vuelta por las cumbres del entorno. El circo del Tresmares había perdido su color. El contraste con las vertientes opuestas a la estación era evidente (foto ampliación).
  En mis correrías por los Picos de Europa, reconocía unas montañas en las que nunca había estado, la zona de San Isidro. Creo que por los mismos motivos que en este caso: la pérdida de cubierta vegetal.
  La afectación al ecosistema se hace patente, sin necesidad de acudir a los libros especializados. La montaña agoniza y el montañero, como las últimas especies desplazadas del valle a las altas montañas, se concentran en reductos dispersos, islas que se van extinguiendo angustiosamente, engullidas por la marea.
  ¿Podemos sacrificar una parte del monte para propio disfrute? Creo que no. La naturaleza está bastante adulterada. Cuando se degenera un ecosistema por un mero fin lúdico, estamos haciendo gala de nuestra irresponsabilidad.
  Es cierto que no hay que ser intolerante. Alto Campoó, San Isidro y Pajares tienen un largo camino recorrido. Dejémoslas supervivir. Pero no seamos hipócritas, alentando a las nuevas generaciones a consumir una imagen idealizada y errónea. Mal irán las campañas por un medio ambiente sano, cuando desde los colegios, en vez de decantarse por los Parques Nacionales o Naturales, se enseña a los críos a disfrutar destruyendo unas montañas, antaño vírgenes.
  ¿Intereses económicos? Las estaciones de esquí dependen del clima; los espacios naturales, en mucha menor medida. Las estaciones de esquí son estacionales (pero sus cicatrices perviven a lo largo del tiempo); los espacios naturales pueden visitarse a los largo del año. En las estaciones de esquí se disfruta; en los espacios naturales, además, se aprende. A veces, las estaciones de esquí tienen pérdidas; en los espacios naturales la pérdida es una ganancia para el ecosistema. Hagamos con las estaciones de esquí como con el tabaco, en que la publicidad se restringe y es desfavorable a su uso. Y llevemos a los niños a ver un árbol, un río, un pájaro o una simple vaca. La misma naturaleza es un museo viviente, parte de nosotros mismos.
  Creo en los niños. Si sabemos educarlos las estaciones de esquí tendrán los días contados; sin imposiciones, sólo con conocimiento y convencimiento.
  Nuestros hijos dentrán una dura labor por delante. Porque sus padres son insaciables. No se trata ya de estas tres estaciones de la Cordillera Cantábrica, sino de otras menores como la de Leitariegos y la nueva construcción de la de Fuentes de Invierno. Ahora le toca el turno a San Glorio (un topónimo engañoso para decir la cumbre de Tresprovincias, en el cordal de Peña Prieta, máxima altura de la Cordillera Cantábrica). Como vino a decir la última sentencia que impedía la construcción de tal estación, ¿cómo se puede hacer una estación de esquí en un espacio que se ha declarado espacio natural por sus valores medioambientales?
  Mi vieja gota lloró con amargura. Se había equivocado. Aún quedan guapos osasis naturales para que la gente disfrute con el mínimo impacto; pero no estaban aquí, en la cumbre del Tresmares. ´Te recompensaré, en el curso de mi historia. Te enseñaré rincones, más o menos humanizados, mas, acordes con el medio, las buenas personas y con los montañeros, que sólo buscan las altas montañas, a las que llegan en esforzada peregrinación por todos los ecosistemas, etnológicos y naturales, en su aproximación al Olimpo (el reino de las nieves vírgenes y perpetuas)´ -aseveró mi pequeña gota-.
  Acabó diciendo, ´hoy, como montañero, no vas a subir a la cumbre, sino a bajar de ella, siguiendo mi curso´.

 
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