La niebla se apodera de la montaña. La nada, el vacío donde apenas se intuyen siniestras sombras. Con suerte cede ante riscos cercanos en que tratamos de buscar un indicio del camino. Es la muerte de los sentidos, y la puerta a la imaginación, la experiencia y la astucia. Porque, a veces, la belleza de la montaña no está en los sentidos, sino en los sentimientos.
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