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Imágenes de una vida en la montaña (XII) |
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El montañismo nace unido a las cumbres, el afán del hombre por alcanzar las más altas cimas y trepar por las paredes más difíciles. Mas las largas marchas de aproximación a las montañas ha despertado en el montañero un cada vez más acentuado interés por la naturaleza, en muchos casos por una naturaleza modelada por la mano del hombre.
Los viejos caminos de los que el montañero se valió para sus particulares conquistas, encierran una historia, unas vivencias y una lucha que poco a poco van despertando la curiosidad innata de toda persona.
En los Picos de Europa en particular y en la Cordillera Cantábrica en general, se encuentran calzadas de origen romano aparte de un sinfín de caminos reales que han servido de nexo de unión entre valles y provincias. Uno de los más afamados es la Senda del Arcediano, antigua comunicación entre asturianos y leoneses por tierras de Cangas de Onís, Amieva y Sajambre.
Señalada como Sendero de Gran Recorrido es una de las rutas más frecuentadas por los montañeros asturianos, concretamente el tramo comprendido entre Soto de Sajambre y Amieva. Sus puertos y majadas y las hermosas panorámicas que adornan el camino son un placer para el caminante.
Pero el idílico recuerdo de estos pasos ancestrales se torna azotado tormento cuando el invierno anuncia su llegada. Las caballerías tuvieron que soportar sus momentos de penuria cuando la tempestad arreciaba en los altos puertos o cuando la niebla se apoderaba de la montaña.
He querido volver a esta senda precisamente uno de esos días en que la razón aconseja darse una vuelta más en la cama planeando un día relajado al calor de la chimenea. Un día de esos en que la naturaleza muestra su cara más amarga, en la que se descubre que la vida sigue latente, agazapada pero acechante. Porque en definitiva, el montañero sabe que hace años que la razón ha cedido al empuje de su corazón.
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