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Imágenes de una vida en la montaña (XI) |
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Carreteras y pistas de montaña tienen otro efecto nocivo. Alteran los flujos de tránsito condenando al abandono caminos ya de por sí en declive por la crisis del pastoreo tradicional, cuando no terminan directamente con ellos construyéndose sobre la vieja caja del camino. La inclusión de estos caminos en la franja de baja y media montaña los condena a su práctica desaparición, acosados por la pujante maleza. Los cada vez más escasos pastores que suben a las majadas buscan puntos de entrada más próximos valiéndose de las nuevas comunicaciones. El paso esporádico de montañeros es insuficiente para la conservación de los caminos, pues la masificación que podría contribuir a la pervivencia del sendero se concentra en las zonas de alta montaña, puestas artificialmente al alcance de una sociedad acomodada por estas infraestructuras de asfalto u hormigón y que son más difícilmente regenerables y, por tanto, incapaces de soportar esa mayor capacidad de acogida de las pisos climáticos más proximos al valle.
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Los primeros troncos que obstruyen el paso aparecen parcialmente serrados. Proseguimos con la esperanza de que alguna mano amiga haya contribuido a mantener en uso el viejo camino. Atrás dejamos el intenso tráfico que sube a los lagos, internándonos en el corazón de la selva.
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El invierno se acerca y la exuberancia vegetal toca fondo; sin embargo esta circunstancia no facilita gran cosa el paso por este camino. Los serrados troncos del inicio no dejan de ser un espejismo de la cruda realidad. Es mejor gastar el dinero en hacer un adoquinado recorrido por el entorno lacustre de un Parque Nacional antes que desbrozar un inútil camino que pone de manifiesto la lenta agonía del pastoreo tradicional.
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Quizás no merezca la pena seguir avanzando por un terreno más propio de jabalíes que de personas...
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No sin esfuerzo llegamos a las praderías de la majada de La Raíz. El camino debía proseguir por sus muriados lindes. Intentar seguirlo es cada vez más complicado. Un grupo de almas pisando las praderías pudo ser una tragedia en el pasado, mas carece de relevancia en la actualidad en que el helecho se adueña de las mismas y apenas se verán otros montañeros en muchos días, meses o incluso años.
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El camino carretero de las viejas minas del entorno de Les Llaceries está próximo y eso se deja sentir en los invernales, cabañas y cuidadas praderías. Pedimos permiso a Fidel, uno de los pastores de Bastañar, porque aquí aún se deja sentir una actividad viva, y no se debe pasar por las praderías como si fueran nuestras.
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Una cabaña y un invernal, una majada en definitiva que se resiste a la ruina de una tradición secular.
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